«Igual soy optimista pero dudo que la guerra de los aranceles haya venido para quedarse»

- Es director general de Irizar y sabe del empeño de las empresas por innovar, pero en el complicado contexto actual, ¿se deberían redoblar los esfuerzos?

- La situación geopolítica nos empuja a pasar de la globalización al 'near shoring' -mudar las fábricas a entornos más cercanos-, y esa relocalización supone factores inflacionistas al pasar de producir en zonas de bajo coste a otras donde es más alto. Para paliarlo, la competitividad va a requerir innovación en los modelos de negocio, de producto, de procesos... El I+D+i ya no va a ser importante. Va a ser obligatorio.

- Innobasque está a punto de renovar su plan estratégico (2025-2028). ¿Hacia dónde apuntará?

- Estamos en un momento de cambios. El informe Draghi ya definía en septiembre cuál debía ser la brújula de la competitividad económica en Europa, con la necesidad de invertir en una innovación primaria, disruptiva y que genere una economía de escala, sostenible y que además garantice una soberanía tecnológico-económica por la competitividad con regiones como EE UU o China. Son elementos que van a transformar completamente las estrategias de los países, y lógicamente las de Euskadi. Tenemos que buscar ese hueco que hemos tenido, y que tenemos, para ser líderes en innovación.

-Euskadi aspira a elevar la inversión de innovación al 3% del PIB para 2030. ¿Es suficiente?

- El porcentaje actual es del 2,16% y hablamos del orden de 2.000 millones de euros. Dar ese salto es muy importante, supone unos 800 millones, y va a requerir diferentes agentes tractores y alinearse con la parte empresarial para generar los retornos necesarios a ese nivel de inversión. Pero tenemos que pensar que por encima del 3% están EE UU o China, que ya dio el sorpasso a Europa, y donde el Producto Interior Bruto es mucho mayor.

- ¿Pero con el desafío centrado en la descarbonización?

- A nivel mundial se emiten 37 gigatones de CO2 de los cuales 2,4 son de Europa (un 7,3%) y en Euskadi 17 millones de toneladas. El reto de Europa está en generar regulación, tecnología y competitividad, porque no va a ser capaz de eliminar el otro 93%. Pero esa tecnología va a hacer a Europa más competitiva.

- Mikel Jauregi destacó la semana pasada que para alcanzar esos objetivos es vital la colaboración público-privada. ¿A cuál de las dos, administración o empresa, pediría más implicación?

- Es necesario que sean ambas porque sin esa colaboración es imposible generar un ecosistema de innovación. Pero hay un tercer agente que se debe incentivar, la creación de fondos de capital riesgo que impulse ese ecosistema y que vendría a cerrar esa ecuación. Para ir a una velocidad superior va a ser necesario atraer a esa tercera pata.

- Pero para lograrlo, ¿habrá que garantizar una rentabilidad a plazos más cortos?

- Lógicamente. Draghi ya hacía hincapié en la innovación primaria, lo que sería la investigación básica. Desde el punto de vista del Technology Readines Level (TRL) que mide el desarrollo de madurez tecnológica del 1 -ideas básicas- al 9 -pruebas con éxito en entornos reales-, desde un nivel 1, 2 y 3 hasta que aflora al mercado, pueden pasar 10 ó 15 años en un ámbito como el farmacéutico, y con inversiones de cien millones que a veces finalmente no llegan a comercializar esa molécula. Por eso es necesario mantener un equilibrio entre esa innovación disruptiva y otra que se transfiera lo antes posible al servicio empresarial. Se trata de convivir entre un I+D disruptivo y otro de carácter continuista.

- En Europa suenan cada vez más las inversiones en defensa. ¿Eso supone sacrificar innovación en otros ámbitos?

- Es un tema socialmente muy sensible. Somos de unas generaciones que hemos ido a buscar sociedades democráticas que eviten los conflictos. La realidad es que el mundo está cambiando y va a requerir disponer necesariamente de una soberanía tecnológica para, si fuera necesario, poder defenderse. Euskadi no es ajena, pero lo que está claro es que la innovación tiene que ir a crear bienestar en la sociedad.

- Ahora se vive una guerra comercial. ¿Estamos tecnológicamente a la altura de los rivales?

- Por encima de si estamos a la altura yo destacaría si tenemos la soberanía tecnológica-económica para no tener dependencia. La globalización ha llevado a que diferentes sectores estratégicos de la economía europea y vasca no se encuentren ya en el continente, lo que genera una dependencia de potencias asiáticas.

- ¿En los microchips?

- Sí, pero también en tecnologías de aceros especiales, químicas primarias para sectores como las baterías cuyas cadenas de valor se encuentran fuera de Europa... y yo iría más allá.

- ¿Ha sido un error cómo se ha gestionado en Europa la automoción eléctrica?

- Si el objetivo es la descarbonización, ésta puede ser multitecnológica. En algunos casos la electrificación es una solución, pero existen opciones que permiten reducir las emisiones en un 30 o un 40%. El objetivo tiene que ser cero, pero de esos 2,4 gigatones que citábamos a cero también puede haber estados intermedios.

- La estrategia de los aranceles podría derivar en una competición de precios. ¿Como afectaría eso al I+D+i?

- Igual soy muy optimista, pero no creo que la situación de los aranceles haya venido para quedarse. Las políticas de tarifas repercuten a ambos lados, como se está viendo, y no son buenas para nadie. Pero la forma de compensarlo es con la innovación, que te haga más atractivo y te permita explorar nuevos mercados.