Hace unos días asistí a una charla en la que la ponente empezaba explicando cuál es el mayor reto que encontramos siempre para transformar una organización (empresa o administración pública). Y no eran ni los recursos, ni la tecnología, ni las capacidades de las personas… ... el mayor reto para transformar es siempre la cultura.
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Ella hablaba de la transformación digital, pero lo cierto es que ese principio se aplica a cualquier proceso de transformación. Y es que la cultura dominante en cualquier organización suele estar escorada hacia un perfil conservador, al que no le gustan los cambios, desconfía de ellos… Con las personas ocurre algo parecido. A la mayoría no nos gustan los cambios, sobre todo cuando vienen de fuera, cuando nos sentimos presionados a cambiar por circunstancias externas. Y si cambiar esa inercia en las personas es difícil, lo es más todavía cambiar la inercia de las organizaciones.
La charla, que gustó mucho a los asistentes, proponía «hackear» la cultura. Poner en marcha acciones sencillas, que fuesen abriendo agujeros en esa muralla impenetrable. Huecos por los que luego la presión del cambio pudiese ir abriendo cauce.
Y su charla gustó porque en la empresa se asume que la supervivencia depende de la capacidad de transformarse. El entorno cambia y la empresa, si quiere sobrevivir, acepta que debe afrontar procesos de transformación, aunque duelan. Aunque exijan cambiar la cultura.
Me llevó a pensar en nuestra sociedad, y en los cambios que vienen estos próximos meses y años. Desde la desaceleración de este ciclo económico que empieza a asomar, a la jubilación de la generación del baby-boom que ya se ha iniciado y alcanzará su punto más alto en el 2030.
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Pensé que necesitábamos también hackers en nuestra sociedad, en nuestras instituciones, que nos ayuden a ir abriendo huecos por los que se abran cauce nuevas ideas, nuevos modelos económicos y sociales que encuentren respuestas diferentes.
Necesitamos hackear la cultura de nuestra sociedad, y quizá para eso un primer paso es escribirla con minúscula. Porque si la cultura es machista, hay que transformarla. Si la cultura es la de la continua bronca política cuando necesitamos pactos en los retos fundamentales, hay que transformarla. Si la cultura es mirar para otro lado o creer en los milagros o en las soluciones mágicas (como que esto se va arreglar subiendo los impuestos a los ricos), hay que hackearla. Si la cultura se ha olvidado de que para poder repartir la riqueza antes hay que crearla, hay que espabilarla…
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A ratos, me gustaría ser un habilidoso hacker, para que estas líneas fuesen las líneas de código de un poderoso virus.
De momento, te recomiendo «The Art of Culture Hacking», por si te animas a propagar el virus… Ya se sabe que todo hacker tiene que tener una red clandestina de apoyo.
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