En defensa de la industria de automoción europea

Es por este motivo por el que no puedo evitar pensar en si, tal vez, nos estemos precipitando en la toma de algunas decisiones que pueden marcar el devenir de uno de los motores históricos de la economía europea: la industria de la automoción.

Observo con cautela la adopción de nuevas normativas europeas que están obligando a transformar nuestro sector a pasos agigantados. No hay duda de que la inclusión de soluciones de movilidad eléctrica es un paso, pero siempre que exista una coherencia en el proceso y no destruyamos todo lo construido hasta hoy.

Coherencia en los plazos y en la medición del impacto ambiental en toda la cadena de valor, desde la extracción de las materias primas en las minas, hasta el reciclado de las baterías. Y coherencia en la posibilidad de que las diferentes tecnologías puedan coexistir. Así lo defendí en mi reciente participación en el Foro Finanza de Elkargi, un lugar magnífico para debatir, conversar e intercambiar ideas junto a relevantes voces del mundo económico y político.

Ahí manifesté que la demanda de vehículos eléctricos no está registrando los niveles esperados. Las ventas de vehículos eléctricos en Europa representaron un 14,6% sobre el total y en España este tipo de vehículos supuso sólo el 6,5%, según datos de ACEA. Esta situación, junto a una estricta regulación, está provocando parálisis en la demanda. Y esta parálisis está contribuyendo al cada vez mayor envejecimiento del parque automovilístico europeo.

En España la edad media de los vehículos en 2023 ya alcanzó los 14,2 años y se prevé que durante los próximos años esta brecha sea todavía mayor con lo que eso significa en términos de sostenibilidad. Se trata, sin duda, de un dato que refleja cómo las políticas industriales que se están aplicando están cada vez más alejadas de la realidad de los consumidores y que resultan incluso contraproducentes frente a los nobles objetivos que persiguen.

El camino hacia una movilidad más sostenible tendrá el apoyo y el compromiso de todas las empresas que formamos parte de la industria. Queremos formar parte de ello, pero también es un camino que debemos transitar con prudencia y responsabilidad.

La industria de automoción europea ha sido durante décadas un pilar fundamental de nuestra economía y un referente mundial en innovación y calidad. No podemos permitirnos perder esta posición de liderazgo en aras de una transición apresurada y dictada por consignas políticas, sin atender a la realidad del mercado y a las capacidades de la industria europea.

Es esencial que mantengamos un enfoque equilibrado que incluya todas las alternativas de motorización, sin demonizar ninguna de ellas. La electrificación total no debe ser nuestra única meta; debemos considerar también como prioritarias soluciones híbridas y otras alternativas que permitan una transición más gradual y sostenible basada en la mejora tecnológica. La industria de automoción europea ha demostrado su capacidad para innovar y adaptarse a lo largo de su historia y ahora más que nunca necesitamos políticas públicas que respalden este desafío.

Solo así podremos asegurar que nuestras empresas compitan en igualdad de condiciones con fabricantes de otras regiones que no enfrentan las mismas normativas ambientales. Además de que debiéramos de velar por el mantenimiento del empleo relacionado con este sector que representa en Europa el 7% del empleo, 13 millones de puestos de trabajo.

El futuro de la movilidad europea debe construirse sobre nuestras fortalezas históricas: la excelencia, la calidad de fabricación e innovación constante. Es imperativo que trabajemos unidos para liderar también la próxima era de la movilidad global. Hoy más que nunca, necesitamos un compromiso firme y una dirección clara para asegurar el futuro de nuestro sector. Nos va la vida en ello.