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Ana Barandiaran
Domingo, 24 de febrero 2019, 20:17
«Nunca imaginé que iba a defender un caso ante el Tribunal de Justicia de la UE. Ni siquiera pensé en ejercer la profesión de abogado cuando estudié Derecho ya mayor, con 48 años, en la UPV; nada de másters caros». José María Erauskin salió ayer en tren rumbo a Luxemburgo para comparecer mañana ante los 15 jueces europeos que conforman la Gran Sala, como representante de la parte demandante y, por ende, de todos los afectados por el IRPH. No quiere asumir un excesivo protagonismo y lo primero que matiza es que acude a la cita acompañado por su colega Maite Ortiz, también de Abogados Res, con la que ha compartido esta batalla. «Podría haber hablado ella, pero al final decidimos que fuese yo».
Maite Ortiz es la causa de que este farmacéutico guipuzcoano abandonase la botica para volcarse en la defensa de los afectados por abusos bancarios y, en concreto, las hipotecas con IRPH. «Yo tengo una farmacia en Hondarribia que cogí por traspaso en los 80. Fue con 48 años, en 2006, cuando me puse a estudiar Derecho por enriquecimiento personal. Al poco de acabar, en 2011, estalló el 15M y se empezaron a formar las plataformas antidesahucios. Maite me pidió ayuda y me puse a estudiar».
Ellos presentaron en Gipuzkoa las primeras demandas contra el IRPH, cuando cuestionar un índice oficial parecía una causa perdida. Tuvieron éxito en primera instancia, pero luego la Audiencia de Gipuzkoa les tumbó. En esa etapa se creó la Plataforma Stop IRPH Gipuzkoa, que no se rindió y sigue muy activa.
Maite y José María tampoco tiraron la toalla, ni siquiera cuando el Supremo falló a favor de la banca. Han seguido insistiendo e intentando convencer a los jueces para que elevaran el caso al TJUE. Les costó, pero al final lo consiguieron: el despacho catalán Urbe con el que colaboran logró que un juez barcelonés plantease la cuestión prejudicial.
- ¿Confía en ganar? ¿Qué hará luego?
- Confío en los jueces europeos y espero que la gente recupere su dinero. Yo querría dejar esto arreglado y volver a la farmacia, donde está mi hijo. A mis 61 años también quiero hacer lo que dejé pendiente; estoy aprendiendo a tocar la batería.
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