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En estos tiempos tan intensos en los que miramos con cierta ansiedad las novedades diarias, vemos cosas que no se están haciendo bien y muchas otras que se están haciendo muy bien. El ejemplo de estas últimas será nuestra mejor herramienta para construir un futuro ... que requerirá esfuerzo e ilusión.
En el capítulo de las que se están haciendo bien, está el grado de compromiso social que están demostrando muchas empresas, grandes y pequeñas, y de forma particular las empresas familiares.
Muchos hablan de que de esta crisis tenemos que salir juntos, eso suena bien; pero salir juntos quiere decir trabajar en equipo, donde cada cual tiene que aportar, y dejar que otros aporten. Ese espíritu de contar con la colaboración de todos no está reñido con las jerarquías que correspondan según los casos. De eso también sabemos en las empresas familiares.
Es conocido que las empresas familiares tienen algunas características que les pueden hacer más vulnerables. Es en estos tiempos difíciles cuando la fuerza y el compromiso, muchas veces heredado, serán determinantes a la hora de construir el futuro.
El mercado de nuestras empresas seguirá siendo el mundo, pero afrontaremos la globalización de una forma diferente. Tendremos cadenas de suministro eficientes y competitivas, pero estaremos muy atentos para que estén diversificadas, mirando con complicidad a proveedores con los que sintamos una cierta cercanía, sea geográfica, cultural o de valores empresariales. Sacaremos conclusiones sobre el efecto dañino, a veces irreversible, que producen déficits y endeudamientos desenfrenados.
Recordaremos a líderes y gobernantes que en estos tiempos, han sabido ser cercanos, audaces y serenos; procurando olvidar a los que han sido negligentes, autoritarios o incapaces.
Hace unos meses, en este mismo periódico, yo afirmaba, hablando del índice de natalidad en Euskadi, que teníamos una sociedad vieja de edad pero también de espíritu. Hoy debo decir que una de las grandes lecciones de esta crisis es que tenemos una sociedad con sensibilidad y valores, como muchos colectivos han demostrado, hasta la extenuación, pero como también ha demostrado el resto de la sociedad a través del agradecimiento sincero.
De la misma manera, el tal coronavirus nos está enseñando que tenemos empresarios, muchos de ellos familiares, que están haciendo gala de un enorme compromiso con sus trabajadores, clientes, proveedores y, en definitiva, con la sociedad. Es cierto que existen grandes incertidumbres, pero cada día que pasa sin volver a trabajar es una posibilidad menos de salir con daños limitados de esta situación. Deberán ponerse los medios para garantizar la seguridad de las personas, pero sin reabrir las empresas, un buen número de ellas sufrirán deterioros irreversibles.
Estos son los empresarios, y las familias empresarias, que ya están buscando la forma de reparar los desperfectos causados en el buque por un temporal sin precedentes, con el afán de volver a navegar, con el empuje e ilusión que lo hicieron nuestros padres, también después de tiempos difíciles.
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