Iratxe Bernal
Sábado, 5 de octubre 2024, 00:16
Una de las mayores preocupaciones de los responsables de la política industrial de la Unión Europea es la llamada soberanía tecnológica. Es decir, evitar la total dependencia de terceros en el suministro de componentes o tecnologías imprescindibles para garantizar la competitividad de sus empresas. El ejemplo más claro y reciente es el de la crisis de los semiconductores originada por la sobredemanda que tras la pandemia recibieron los pocos productores que hay a nivel mundial de microchips, la mayoría de ellos asiáticos. De ahí que la UE esté potenciando sus inversiones en esta área prestando apoyo y financiación a empresas como la fabricante de chips fotónicos KD, una de las 25 'startups' que participará los días 15 y 16 en la novena edición de B-Venture.
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Desarrollo de semiconductores de fibra óptica a alta velocidad en entornos hostiles.
KD nació como KDPOF en 2010 cuando Carlos Pardo y Rubén Pérez-Aranda, dos ingenieros con experiencia en los conductores de silicio estudiaban cómo mejorar la conexión a internet en los hogares sustituyendo el cobre del ADSL por la fibra óptica. Es decir, reemplazando los electrones por partículas de luz (fotones). Mientras daban forma a una idea cayeron en la cuenta de que había otras redes de información descentralizada que usamos a diario que también dependían de una tecnología que ya se estaba quedando obsoleta: los coches.
«Los vehículos cada vez gestionan más datos porque cada vez están dotados con más sensores, cámaras, radares… Así que pensaron que la industria automovilística tendría que acabar dando el mismo paso que ya estaban dando las telecomunicaciones y pasarse también a la fibra óptica, porque el cobre es lento y ofrece peor calidad. Piensa en la resolución de las cámaras que nos ayudan a aparcar; ofrecen imágenes que parecen las de un móvil de hace 20 años porque utilizan cables de hace 20 años para enviar la información del objetivo de la cámara al ordenador de a bordo y después a la pantalla», explica Juan Martínez, director financiero de la firma.
Pardo y Pérez-Aranda decidieron entonces especializarse en el desarrollo y fabricación de esos semiconductores que permitieran la conectividad a alta velocidad incluso en entornos hostiles. «El problema es que cualquier innovación que quieras introducir en un coche tiene que pasar muchos requisitos de seguridad y fiabilidad. Hay que garantizar que la transmisión de la información no se verá nunca afectada por cambios de temperatura, por la presencia de contaminantes como el polvo o porque haya vibraciones. El cobre, pese a que emite radiación electromagnética, supera estos inconvenientes gracias a los cables que lo aíslan, aunque también añaden mucho peso y encarecen el producto final», subraya Martínez.
Catorce años después, con una plantilla de 49 empleados, KD ya comercializa sus microchips patentados -«los encontrarás allá donde veas un Mercedes eléctrico», indican- y puede presumir de haber establecido alguno de los estándares del mercado. Ahora centra sus esfuerzos, por un lado, en el desarrollo de una nueva generación de productos de muy alta velocidad que interesará tanto a la automoción como a la aeronáutica y la industria, y por otro, en la puesta en marcha de la que será la primera fábrica española de microchips de fotónica integrada. «Es una obra titánica porque incluso tenemos que desarrollar nuestras propias máquinas, que son algo clave. Para empezar, porque los fabricantes asiáticos, además de por conocimiento y experiencia, tienen una gran ventaja por el bajo coste de la mano de obra. De modo que la única manera de competir con ellos es logrando que los procesos de fabricación de nuestra planta tengan un altísimo grado de automatización, así que estamos desarrollando maquinaria con unas especificaciones técnicas que no hay en el mercado. Ya están funcionando y realizando los primeros prototipos en el laboratorio de Tres Cantos», explica.
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La planta, que al ser considerada Proyecto Importante de Interés Común Europeo de Microelectrónica y Tecnologías de la Comunicación (IPCEI ME-TC) cuenta con una subención concedida por el Ministerio de Industria y Turismo por un importe de 26 millones de euros, se instalará cerca de su actual sede e iniciará su actividad el año que viene, «aunque no masivamente». Para eso habrá que esperar un año más, cuando KD podrá fabricar cuatro millones de microchips al año.
La firma presentará su proyecto los días 15 y 16 en el Palacio Euskalduna durante la celebración de B-Venture, el foro de 'startups' organizado por EL CORREO que este año cumple su novena edición con el patrocinio del Departamento de Industria, Transición Energética y Sostenibilidad del Gobierno vasco, la agencia de desarrollo SPRI, la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao, entidades a las que se unen como colaboradores BStartup de Banco Sabadell, BBK, Laboral Kutxa, CaixaBank, Banco Santander y la Universidad de Deusto.
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La subvención lograda por KD para la puesta en marcha de su nueva planta en Tres Cantos abarca lo que se conoce como primer despliegue industrial. Es decir, la creación de una planta piloto que demuestre la viabilidad de fabricar en masa un determinado producto, en este caso los semiconductores fotónicos. «Es un hito, pero no es suficiente para nosotros porque cualquier proveedor lo primero que te exige es demostrar que tienes capacidad de sobreproducción; si te piden tres millones de unidades tienes que garantizar que en caso de necesidad podrías proveerles de al menos cinco. El año que viene, gracias a los fondos europeos, pondremos en marcha las primeras líneas de producción, pero para los clientes seremos realmente atractivos cuando podamos cuadruplicar esa producción, así que tenemos que tener capacidad para pasar de los cuatro millones que ya podremos fabricar el año que viene a los 16 si hiciera falta. Eso se logra con más máquinas, con más dinero», explica Juan Martínez, director financiero de KD.
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