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ERLANTZ GUDE
Martes, 5 de marzo 2019, 14:09
La protesta de hoy entre la plaza Moyua y la plaza Bizkaia, sede del Grupo SPRI, no ha sido una más. Es la primera movilización tras el despido de los trabajadores de La Naval, que escenificaron su malestar quemando fotocopias de sus cartas de despido. Diez empleados analizan la difícil tesitura a la que se enfrentan. Pese a que 150 de los 178 empleados tienen la recolocación asegurada en astilleros de Cádiz, Ferrol, Cartagena o las oficinas centrales de Madrid, su edad media y situación personal -por encima de los 50 años y con hijos jóvenes y padres mayores- convierte la alternativa en un drama. Su objetivo ahora es forzar una improbable intervención institucional que invierta la situación y les permita seguir en Sestao.
Tercera generación de trabajadores de La Naval, José Manuel intenta «tragarse» el problema para ahorrar sufrimiento a la familia, aunque evidentemente no puede impedir que la situación afecte a los suyos, particularmente a su mujer. El traslado no solo le alejaría de su esposa y dos hijos, sino también de su abuelo, de 91 años y exempleado del astillero, que «aún está bien», y con el que también elude la dramática cuestión.
Residente en Sestao, el problema de Manu es el de otros muchos trabajadores. Se vería obligado a trasladarse a otra ciudad, dejando atrás a su mujer, hijos jóvenes y padres mayores. También sufre problemas para dormir, pero a diferencia de otros mantiene una considerable dosis de esperanza. Y confía en que la tesitura dé un vuelco y pueda seguir en La Naval, aunque lamenta que «a los políticos les falta altura de miras».
Vecino de Portugalete, Tomás apela a la permanencia en las gradas de La Naval de la draga 'Vox Alexia'. En consecuencia, «lucharemos». Sostiene la tesis de que la Unió Europea permitiría la intervención de las administraciones española y vasca para salvar el astillero. La palabra recolocación no cabe en su argot y se aferra a la movilización. «No nos rendiremos».
Ritxar ya pasó por el cierre de Euskalduna, aunque aquello le pilló con solo 15 años. Adelantó el servicio militar para agilizar su reincorporación laboral y tras trabajar en dos talleres ingresó en La Naval. Con un hijo a punto de licenciarse, le tocaría marcharse solo. De momento viven un drama en casa «sin cobrar desde diciembre», al aportar el único ingreso de su hogar.
A Javier le conmueve ver cómo su hijo con discapacidad busca información sobre La Naval y se ofrece a ahorrar para ayudar en casa. «Renuncia al centro ocupacional de tiempo libre, que es no obstante un gasto pequeño, pero dice que quiere aportar», relata este trabajador de la Zona Minera.
Eduardo apenas habla con su mujer de la difícil situación. Han sido cuarenta años en La Naval, donde entró siendo un adolescente. A este sestaoarra se le quiebra la voz cuando relata cómo su madre, de 85 años, le pregunta «dónde vas a ir» después de toda una vida en el astillero.
Su padre arribó desde Burgos para trabajar en el astillero de la Margen Izquierda y él entró con solo 14 años, pocos más que su hijo, un niño de solo 11 años que sujeta un cartel reivindicativo mientras habla su padre. Ya ha empezado a organizar el probable futuro y calcula que tendría que hacer cuarenta viajes al año para estar con los suyos. «Espero que me trasladen a Ferrol para minimizar el daño», plantea.
En una plantilla masculinizada que rebasa los 50 años, Pilar destaca por su condición de mujer y su edad: 45 años. Tras casi dos décadas en La Naval, también afronta un horizonte doloroso: emigrar y dejar a sus hijos de 10 y 12 años. «Me harían una avería, no quiero romper la familia», señala. «Tocaría venir cuando pudiera», anota.
Miguel Ángel echa la vista atrás y recuerda cómo se integraron en La Naval trabajadores de otros astilleros en el pasado, como en el caso de los afectados por el cierre de Euskalduna. Plantea por tanto «por qué no iba a haber una solución para nosotros». Se agarra a la idea de que la presión dará frutos y la plantilla no tendrá que marcharse.
La incertidumbre es lo que más pesa a Óscar, tras tres meses tirando de ahorros y sin estar claro lo que pasará con los trabajadores. Este vecino de Sestao se atreve a asegurar que antes de acabar reiniciando su vida lejos de los suyos estudiaría muy seriamente buscar otro trabajo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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