Iberdrola recurre contra la Administración para retener la hidráulica de Villalcampo

La Confederación Hidrográfica del Duero -organismo que depende del Ministerio de Transición Ecológica- comunicó en 2021 a Iberdrola el final de la concesión. Más bien se lo recordó, ya que ese final estaba previsto de antemano. La compañía, sin embargo, presentó alegaciones y se acogió al contrato que rige la concesión para argumentar que se han producido algunos hechos que permiten la extensión en la vida de esa concesión. En concreto, señalan fuentes conocedoras del expediente, la ejecución a lo largo de los últimos años de obras e inversiones para «prevenir las avenidas» en el cauce. Este tipo de inversiones, según la empresa en sus alegaciones ante la Confederación, están expresamente recogidas como habilitadoras de una ampliación de los plazos de explotación.

Lo cierto es que la confederación del Duero falló en contra de la petición de la compañía eléctrica que preside Ignacio Galán y rechazó sus pretensiones. Reafirmó así que la concesión vence en 2024 y que Iberdrola tiene que poner en manos del Estado las instalaciones de generación de electricidad -en realidad hay dos centrales de producción de electricidad- y el control sobre la presa.

Ahora se ha conocido que Iberdrola ha recurrido a los tribunales para reclamar esa extensión de la concesión más allá de ese pretendido final de 2024. Lo ha hecho a través de un procedimiento contencioso-administrativo que ha instado ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, ya que la sede de la compañía está en Bilbao.

La eléctrica no ha querido desvelar sus pretensiones concretas, aunque según fuentes consultadas por EL CORREO la reclamación estima que la concesión debería ampliarse durante «un buen número de años» debido a las inversiones que quiere acreditar la compañía.

Las centrales hidroeléctricas -solo en el Duero hay una capacidad instalada de 3.200 megavatios/hora, equivalente a cuatro centrales de ciclo combinado como la de la localidad vizcaína de Amorebieta- son extraordinariamente rentables. El grueso de la inversión está de sobra amortizado debido a que se construyeron hace décadas, mientras que sus gastos se reducen a la explotación y el mantenimiento, sin coste alguno de materia prima, el agua.