Casi el 70% de los emprendedores vascos lo son por necesidad
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El porcentaje de quienes montan un negocio ante la falta de alternativas se disparó con la pandemia y no ha bajadoMontar un negocio como vía para ganarse la vida ante la dificultad de encontrar empleo. Esa es la principal motivación que impulsa a los emprendedores vascos a tirarse a la piscina y ponerse por su cuenta, según el último informe del Obvervatorio vasco del Emprendimiento. ... En concreto, el 69,2% de los encuestados en el estudio señala que esa es su principal razón.
Antes de la pandemia ese porcentaje era solo del 32% y pesaban más otros motivos como la expectativa de generar una renta muy alta o crear riqueza. «Con el covid, el emprendimiento por necesidad se disparó y se mantiene en cotas muy elevadas pese a la recuperación del empleo», apunta María Saiz, presidenta del citado observatorio y profesora de Economía de la UPV. Añade que en otros países como Alemania también creció con la pandemia la proporción de quienes montan un negocio por falta de alternativas, pero aún así allí ronda le 50% y la media europea es del 58%. «Aquí está costando más que baje», reflexiona. En 2020 llegó al 70% y ahí se mantiene.
En las áreas de apoyo al emprendimiento de organismos como la Diputación de Bizkaia o el Ayuntamiento de Bilbao coinciden con las conclusiones del estudio. «La mayor parte de quienes montan un negocio lo hacen por dificultades para encontrar un empleo. A pesar de que estamos en récord de cotizantes, hay personas que el mercado laboral no absorbe por cuestiones como la baja cualificación», señala Beatriz Alejos, directora de Empresa y Emprendimiento de DEMA, la agencia de la Diputación de Bizkaia.
«A pesar del récord de cotizantes hay personas a las que el mercado laboral no absorbe»
«Hay muchos inmigrantes porque tienen menos aversión al riesgo, los vascos buscan estabilidad»
En la misma línea, Javier Garcinuño, director general de Bilbao Ekintza, considera que el autoempleo es lo que mueve a un alto porcentaje de emprendedores. «Se nota especialmente entre los inmigrantes, que además tienen una menor aversión al riesgo que los autóctonos para lanzarse a poner su propio negocio. Los vascos, en general, buscan más la estabilidad y por eso hay tanta gente presentándose a las Ofertas Públicas de Empleo (OPE)», dice.
Otro punto llamativo del estudio sobre el perfil de los emprendedores es su avanzada edad. El 41% de quienes inician una aventura por cuenta propia tiene entre 35 y 44 años y un 21% entre 45 y 54 años. De hecho, Euskadi destaca en la comparativa internacional por la elevada edad de aquellos que montan un negocio. Puede ser un factor ligado también al emprendimiento por necesidad ya que las personas mayores tienen más dificultad para encontrar un empleo ante la preferencia de las empresas de contratar a jóvenes. La media está en los 43 años.
Maitane Aurrekoetxea | Academia Portu Steam
Lo de emprender le vino a Maitane por necesidad y también por casualidad, aunque ahora se le nota muy satisfecha. Licenciada en bioquímicas en la UPV, al principio encaminó sus pasos hacia la investigación. «Al acabar la carrera hice una tesis y luego conseguí un contrato posdoctoral». Pero pronto se dio cuenta de que por ahí no podría seguir. «Quedarte en la universidad como investigadora es muy difícil. Para empezar te piden un nivel de euskera que yo no tenía y, además, puedes estar muchos años en situación precaria».
Algunos compañeros suyos se habían ido fuera. «Pero yo no podía porque al de poco de leer la tesis me quedé embarazada». Empezó a buscar trabajo, aunque no encontraba nada. Entonces vio publicidad sobre una lanzadera de empleo de DEMA, la agencia de Empleo y Emprendimiento de la Diputación de Bizkaia, y se apuntó. «Estaba destinada a mujeres y te enseñaban a buscar empleo y también hablaban de ponerte por cuenta propia. Ahí conocí a una chica, abogada, que quería dar un giro a su vida. Entre café y café se nos ocurrió crear Zientziapolis, un centro para impartir talleres científicos para niños».
El primer año lo invirtieron en preparar contenidos y conseguir clientes y la cosa empezó a funcionar. «Nos contrataban de forma recurrente en centros escolares y también en el ayuntamiento. Yo, aparte, también daba clases particulares y así me las arreglaba bien».
Entonces irrumpió la pandemia, se cerraron los colegios y acabaron las actividades extraescolares, que no se retomaron hasta mucho tiempo después. «Me las arreglé para seguir dando clases por 'webcam' pero los talleres se terminaron». Su amiga dejó el proyecto y ella no sabía bien cómo darle continuidad.
Pronto dio con la solución. Se le ocurrió al charlar con otra madre del colegio de sus hijas. «Decidimos coger un local y montar una academia de apoyo escolar. Ella imparte clases de dibujo y yo matemáticas, física, química y biología. También vienen profesores a dar idiomas». Está orgullosa de lo que ha logrado. «Tengo un sueldo digno para vivir y me gusta muchísimo lo que hago. Siempre animo a no tener miedo a emprender».
Carmen Álvaro | Asua Berri en Santutxu
A Carmen le cayó como un mazazo el anuncio de que Panadería Lemona, la empresa en la que llevaba trabajando desde hacía 15 años, cerraba por quiebra. Se enteró por una carta que la empresa mandó a su centenar de trabajadoras en junio de 2022. A ella le pillaba en una situación especialmente delicada. «Yo contaba con trabajar unos cinco años más ahí hasta llegar a la jubilación. Era un horario duro, desde las seis de la mañana, y cobraba poco más de 1.000 euros, pero con eso nos arreglábamos».
De repente esas previsiones se vinieron abajo. No solo se encontró en el paro con 60 años sino que encima la prestación que recibía era mínima. «Nos bajaron la base de cotización en los últimos meses así que solo cobraba algo más de 600 euros a partir del sexto mes. Con esa cantidad tan pequeña y la pensión de mi marido, que es poco más de 1.000 euros, no nos daba. En casa tenemos a mi hijo y a un nieto. No era suficiente».
Así que Carmen se puso a buscar trabajo y mandó su currículum a todas las ofertas que vio de pastelerías o panaderías. «Pero en cuanto se enteraban de mi edad me decían que no».
La situación era asfixiante, pero entonces ocurrió algo. Su hija, que trabaja también en el sector, le dijo que había mandado un currículum a la cadena Asua Berri y que le habían llamado de la central para comentarle la posibilidad de abrir un despacho en Santutxu, donde antes estaba la Panadería Lemona. «Les dije que me lo quedaba yo», relata con una sonrisa. Hizo los números en Bilbao Ekintza, que es donde la han ayudado a arrancar el negocio. «Ellos me dijeron que si llegaba a una cifra de ventas diarias me daba para pagar el alquiler, el porcentaje de ventas correspondiente a la cadena por su producto e incluso para contratar a mi hijo», señala.
Está convencida de que va a llegar por todo el cariño y ánimo que le transmiten en el barrio. «La gente se ha volcado, aunque yo he pasado unos nervios terribles. Como si fuese una novata y eso que llevo desde los 21 años en panaderías. Empecé de repartidora con mi marido», dice. Su idea es trabajar hasta tener una pensión digna y luego dejarle el negocio a su hija.
Jonathan López | Ideal Minimarket
Llegó de Venezuela en 2017 con su familia y dos años más tarde se lanzó a poner una frutería
Entre las personas que montan su propio negocio hay muchos inmigrantes que en el mercado laboral solo encuentran trabajos duros y con bajos salarios. El venezolano Jonathan López está entre ellos. Llegó de su país en 2017 con su mujer y sus dos hijos y ahora es el dueño de Ideal Minimarket, una frutería ampliada a ultramarinos ubicada en Getxo y que abre todos los días, incluido el domingo.
El camino no ha sido fácil. «Salí de Venezuela porque la situación era complicada. Había escasez de productos. Yo tenía camiones, llegué a tener cuatro 'tráilers', pero cada vez ganaba menos por el deterioro económico. Mi esposa, que es psicóloga, y yo decidimos entonces venir aquí, al País Vasco. Un amigo nos lo aconsejó».
Empezar de cero en un sitio nuevo es todo un desafío. Al menos él partía con la ventaja de que tiene la nacionalidad francesa, con lo que no tenía que regularizar papeles. «Fuimos al piso de un amigo y me ayudó a encontrar trabajo en Mercabilbao. Comencé como carguero para unos mayoristas de fruta», rememora.
A partir de ahí fue cambiando de trabajos, aunque siempre vinculados a la fruta. «Estuve ayudando a montar mercadillos en los pueblos y luego empecé a trabajar en un almacén que vendía a Mercabilbao, restaurantes y colegios». En esa etapa ya dio un primer paso para ponerse como autónomo. «Me compré una furgoneta para hacer el reparto. Durante las noches trabajaba de asalariado en el almacén y a las mañanas de repartidor».
Con ese pluriempleo lograba un sueldo cercano a los 2.000 euros, pero no le salían las cuentas. Además él tenía en la cabeza montar un negocio en el que también pudiese trabajar su mujer y en el que fuese su propio jefe. Vio un local en Getxo y se lanzó. Abrió en el verano de 2019 una frutería, el mercado que él controlaba. «Lo traspasaba un señor que se quería retirar».
Con mucho esfuerzo fue sacándolo adelante y la pandemia incluso le ayudó. Ahora nota que ha bajado el consumo por la inflación y la subida de tipos. Él se ha vuelto a reinventar al ampliar el negocio y abrir los domingos. «Estoy mejor así. Los salarios por cuenta ajena son bajos y no te da para los gastos.
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