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«Soy ya totalmente inofensivo», asegura mordaz Carlos Garaikoetxea (Pamplona, 1938), que rompe un largo silencio para reivindicar las señas originales de EA -como la defensa de los derechos humanos- en un momento interno convulso para un partido que fundó hace 35 años.
- ¿ ... Por qué ha roto su silencio y ha intervenido en recientes actos de EA?
- Lo he roto relativamente. Asistí a un acto en Muskiz por el respeto que me merecen gentes en una intervención que yo pensaba que iba a tener un alcance casi local y no fue así. Han sido cosas casuales, no he querido entrar ni en beligerancias ni en tiquismiquis de los que estoy un poco harto.
- Pero en su intervención en San Sebastián, en el homenaje a Joseba Elosegi, criticó con dureza que pudiera desdibujarse la identidad de EA en EH Bildu...
- Era una intervención excepcional por el significado del acto. Era absurdo que hablando con afiliados de EA no me refiriera a la situación actual. Lo planteé en términos bastante sencillos.
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- ¿Cuáles?
- Es mucho más interesante que se visibilice la amplitud de los componentes de EH Bildu y, por consiguiente, el espectro político y electoral por definición. Por eso se hacen las coaliciones y por eso no es bueno que una coalición reproduzca los caracteres de uno de los partidos, en este caso, de la izquierda abertzale histórica. Hay que saber que la pluralidad no sirve solo para ensanchar el espacio político, sino para reflejar posiciones ideológicas de cierto calado, incluso tradiciones políticas de los partidos que las componen que por su pasado histórico a veces condicionan mucho su propia calificación.
- El conflicto interno de EA ha llegado incluso a los tribunales. ¿Tiene reconducción posible?
- Sí, es muy simple. ¿Cómo hay que resolver esto? No a bronca limpia, sino haciendo un congreso sobre unas bases realmente democráticas, autentificables sobre su representatividad y sus componentes. Que no se utilicen estratagemas con la excusa de la protección de datos. Así nos hemos encontrando con afiliaciones de personas inexistentes o de afiliados que no cotizan, de los llamados exentos. Por eso se tiene que preparar un congreso. Estamos a tiempo de ello.
- ¿Y las amenazas de expulsión a los dirigentes críticos?
- Un episodio más, muy lamentable, de una actitud profundamente antidemocrática para resolver un conflicto interno.
- ¿Hay riesgo de absorción de EA por EH Bildu?
- No hay coalición en la que no exista una cierta voracidad del socio grande, en todas. Si a eso se le añade la idiosincrasia propia de algunos de sus componentes, miel sobre hojuelas. Y en este caso se ven no solo actuaciones, sino proyectos que facilitan ese proceso... Por ejemplo, se van apartando a los partidos de ámbitos de resolución porque se ha creado un órgano 'ad hoc' que es la figura del afiliado directo o 'bihilkide'. Da toda la impresión de que esto no es fruto de una generación espontánea, sino que se han creado las bases para que pueda ir dándose esa transfusión desde los partidos y su papel a una figura nueva que constituye de facto un partido nuevo en vez de una coalición.
- La coalición EH Bildu acordó en su día constituirse como un 'sujeto político único' y esta decisión no tiene marcha atrás...
- Yo creo que tiene marcha atrás.
- Pues EH Bildu no piensa eso.
- Hay veces que las marchas atrás pueden resultar incómodas o traumáticas o discutibles. Nosotros tenemos los congresos últimos celebrados en 2016 y 2017 en los que se define claramente cuál es la fórmula de colaboración de EA en EH Bildu: la coalición electoral para elecciones concretas con programas concretos. Nada más. Y fuera de esos programas, cada partido es libre para llevar su propio camino en temas no acordados.
- Si no se corrige esa deriva, ¿EA debería abandonar esa coalición?
- EA lo que tiene que hacer es reconducir esa coalición a sus planteamientos originarios. No quiero ser catastrofista y pensar que todo eso tiene que resultar imposible. Alrededor de una mesa, hablándolo con lealtad, pacíficamente, todas las cosas se pueden entender y se pueden acordar.
- ¿La incorporación de EA a EH Bildu fue un error político?
- A posteriori, las cosas se pueden juzgar con cierta simplicidad. No fue un error político por diversas razones. Nosotros veníamos patrocinando la idea de una cooperación entre partidos nacionalistas siempre que se eliminara, y era una condición clave, el problema de la violencia.
- Otegi reivindica un 'frente amplio' en clave soberanista...
- Hasta cierto punto lo que hoy dice Otegi es lo que estábamos patrocinando entonces en forma de coalición, no de integración, desde la no violencia.
- ¿Por eso les escuece que los dirigentes de EH Bildu se resistan a condenar la violencia?
- Es un fetiche, un tabú, no tiene más que una explicación. Cada uno tiene su tradición, su historia, su mochila... y para mucha gente resulta incomprensible. ¿Cómo vamos a estar nosotros tras 35 años de tradición en defensa de los derechos humanos compartiendo una posición en la que se niega la condena a la agresión a un concejal de otro partido o cualquier otra barbaridad por el estilo? Son secuelas de un pasado que también tienen su importancia y explican por qué es posible una coalición y no otra. A nosotros, con nuestra tradición en defensa de los derechos humanos, nos duele en el alma que se nos acuse de exetarras o representantes de ETA.
- ¿El patrimonio político de EA está en peligro?
- Está interesadamente e injustamente sujeto a confusión. Cuando sale un señor de la derecha o de la ultraderecha en el Parlamento español hablando de los herederos de ETA me llevan los demonios. Insisto en que se distinga entre colaboración e integración.
- EA nació como un proyecto de regeneración del nacionalismo vasco con una identidad socialdemócrata. ¿Qué futuro tiene la socialdemocracia abertzale?
- Un papel importantísimo en nuestra sociedad. A pesar de que en política el maniqueísmo blanco o negro es muy corriente, lo que hay en el mundo que nos rodea en términos de progresismo es socialdemocracia en términos de ir a reformas permanentes para ir hacia una sociedad más justa.
- ¿El PNV se ha hecho socialdemócrata?
- Quiero ser responsable y cariñoso al juzgar al PNV. Sigue en la democracia cristiana, si no me equivoco, aunque la democracia cristiana tenga sus versiones. No es lo mismo la muy progresista de Ruiz Jiménez que otra más conservadora. Sé que los tiempos pasan, las historias se alejan y las amistades perduran, el PNV es un partido muy polivalente, de perfil socialcristiano, que se bandea muy bien en la sociedad y no tiene una alternativa en la derecha estatal.
- ¿Ve condiciones para relanzar el debate sobre el estatus?
- Deberían darse, para eso hubo un acuerdo de bases entre el PNV y EH Bildu. En este momento estamos eclipsados por la cuestión de Cataluña en cuanto a nuestras reivindicaciones de autogobierno. Parece que el caso vasco es una balsa de aceite, pero aquí hay reivindicaciones históricas que no han bajado el pistón. En eso tengo que hacer una evocación. En la época de la Constitución tuve una responsabilidad y el momento más difícil es cuando en el debate sobre los derechos históricos forales, yo exigía que se actualizaran por acuerdo entre la representación del Estado y la de los territorios históricos, lo cual conducía a una vía bilateral. Al final se impuso la fórmula de que los derechos históricos quedaban reconocidos pero serían actualizados, atención al matiz, 'en el marco de la Constitución'.
- Pues el lehendakari Urkullu habla hoy de derechos históricos y de esa bilateralidad...
- Eso quiere decir que, salvo interpretaciones un poco rocambolescas, hay una barrera difícil de superar en el ordenamiento constitucional en relación con los derechos históricos. Yo estaba en el Senado y sufrí el acoso más asfixiante de todos los senadores. Estaba defendiendo una fórmula de respeto a los derechos históricos de forma condicionada. Cuando llegó la hora de votar, el presidente del Senado, Antonio Fontán, emplazó al portavoz del PNV, Mitxel Unzueta, a que se pronunciara. Éste me miró, yo estaba en la tribuna, y le hice señas para votar 'no'. Y Unzueta dijo: recibo indicación negativa. Y Fontán le pidió que lo repitiera. Y lo hizo. Yo vi que allí se cerraba una vía que tenía una vigencia teórica, y poco práctica, pero que aquí, en Navarra, ha funcionado siempre.
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