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adolfo lorente
Viernes, 6 de abril 2018
Como sucede en ciertos lares, el relato europeo también tiene su particular 3%. Ojo, referido al déficit, nada raro. Es el porcentaje establecido por el sacrosanto Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) que separa el bien del mal, si las cuentas de un país son ... solventes o no, si un Estado cumple o queda señalado por el sanedrín comunitario. El estigma se llama 3% y España lleva una década estigmatizada.
El pasado día 22, aprovechando su estancia en Bruselas para participar en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, Mariano Rajoy anunció a través de Twitter que España había cerrado 2017 con un déficit del 3,07%, lo que significa quedar por debajo de lo pactado con Bruselas, que pedía un 3,1%. En total, tres centésimas menos que suponen algo más de 300 millones de euros. España cumplió y por primera vez, lo hizo de forma relativamente holgada sin tener que arrastrar los pies negociando varias décimas de margen.
Pero si Madrid vendió una historia de éxito, la cifra dejó un regusto amargo en la Comisión Europea. Es cierto que la cuarta potencia del euro cumplió con lo exigido, pero no es menos cierto que el Ejecutivo comunitario tenía muchas esperanzas de que España diese un arreón final para salir este año del procedimiento por déficit excesivo que le llevaría a pasar del brazo correctivo al brazo preventivo del PEC. En plata, menos vigilancia, más autonomía. Sin embargo, los ajustes seguirían sí o sí, e incluso serían más duros al referirse al déficit estructural (sanidad, pensiones...) y no al nominal (basado en los vientos de cola como el BCE o el petróleo). Es lo que tiene convertirse en un país 'sano', que las exigencias van por otros barrios.
«Todo dependerá de Montoro. Él tendrá la última palabra. Es partidario de seguir donde estamos, aunque el Ministerio de Economía o incluso Rajoy serían más partidarios de salir ya este año», confesaban fuentes comunitarias de toda solvencia a principios de marzo. Al final, Hacienda ganó y optó por 'cumplir, pero incumplir'. Según explican estos mismos medios, con bajar hasta el 3,05% hubiera bastado para salir del procedimiento, pero al final las cuentas se quedaron en el 3,07%. Apenas dos centésimas, algo más de 200 millones en una economía con un PIB de un billón. Pese a todo, Cristóbal Montero, negó la teoría de la conspiración asegurando que se trata de una «fantasía literaria y bobadas inventadas».
Cierto o no, lo que sí está claro es que el Ejecutivo comunitario y el departamento del comisario Pierre Moscovici querían vender ya este año el mensaje triunfal de que las cuentas de toda la UE están controladas, que todos los Estados miembros ya están por debajo del 3%. Pero no, España ha estropeado el relato pese a cumplir de forma holgada.
Es lo que tiene la UE, que se convierte en el peor espejo para los Estados miembros. Aquí las comparaciones no sólo son odiosas, sino que dejan a uno en evidencia. Para muestra, el botón francés. Se trata del gran incumplidor por excelencia pero apenas unos días después del anuncio de Rajoy, París comunicó que el déficit de 2017 había sido del 2,6%, tres décimas menos de lo previsto por la Comisión Europea. Hasta ahora, Francia se había convertido en la mejor excusa para el Gobierno español. «Mira Francia...» ha sido uno de los latiguillos más manidos. Ahora, ya no hay excusas que valgan. A falta de que Eurostat avale las cifras de todos los Estados miembros, sólo España estará por encima del 3% en toda la UE (28), no sólo entre los 19 del euro.
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