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Ser pez no es fácil en un mar con cada vez más tiburones. La hiperglobalización de la economía ha disparado en las últimas décadas la competencia entre empresas de todo el mundo, que no tienen más remedio que ganar músculo para sobrevivir en un entorno ... hostil. «Crecer es incómodo de narices. Pero si no lo haces, igual te matan», expone con crudeza Jon Imaz, director corporativo de negocio y tecnología de CAF. El directivo de la empresa ferroviaria fue uno de los participantes en la mesa redonda sobre dimensión empresarial organizada el pasado miércoles por Deusto Business School, y en la que también volcaron su opinión el director general del Grupo Uvesco, José Ramón Fernández de Barrena, y el director general adjunto de Seguros Bilbao, José Manuel Ereño. Los tres directivos repasaron durante la charla -moderada por el director general de Confebask, Eduardo Aretxaga- la trayectoria de sus respectivas empresas. Pertenecen a distintos sectores de la economía, pero todas ellas se vieron empujadas a romper sus estrechas costuras para alcanzar el éxito. O, al menos, para seguir vivas.
El 97% de las empresas vascas tiene menos de 50 trabajadores. Es decir, son pymes. Y de ellas, la mayoría entran en la categoría de micropymes (menos de 10 trabajadores). Y eso que, en este aspecto, Euskadi se encuentra un poco -solo un poco- mejor que el resto de España. El pequeño tamaño es un hándicap que afecta a la productividad de las empresas y, por consiguiente, a su capacidad para competir en el tablero de juego mundial. Así lo expuso el director de análisis macro del BBVA, Rafael Domenech, en una conferencia previa a la charla. Domenech aseguró que las grandes compañías (más de 250 empleados) son, de media, entre dos y tres veces más productivas que las pequeñas, y además generan empleo de mayor calidad. El economista de BBVA sostiene que si las compañías españolas lograran aumentar su tamaño medio un 47%, su productividad crecería un 21%. Ocurre que en España se produce con un tamaño de empresa «inferior al de otros países, por eso tenemos una brecha de productividad».
«La mayor dimensión empresarial aporta más recursos y la oportunidad de desarrollar servicios que serían impensables de otro modo», aseguró José Manuel Ereño. «Nosotros tenemos más de un millón de hogares asegurados en toda España. Si quieres tener un servicio propio de reparación tienes que tner un volumen que te permita negociar, o crear una red de reparadores propios en todo el Estado. Ese servicio, que es exclusivo, sólo lo podemos tener gracias a una dimensión», contó el director general adjunto de Seguros Bilbao.
La ya centenaria aseguradora nació como un negocio familiar, pero desde entonces ha vivido todo tipo de visicitudes: estuvo a punto de desaparecer, reorientó su negocio (en un principio ligado al aseguramiento de barcos), fue adquirido por una multinacional que, antes de quebrar, la vendió a la que es su actual matriz, Catalana Occidente. «Pero no somos tan grandes. Hay muchas asguradoras con miles y miles de personas que trabajan en todo el mundo», remarca Ereño, quien sin embargo admite que ser más pequeño «también te permite ganar en agilidad, ser menos rígidos y complejos».
CAF, la empresa ferroviaria de Beasain, es una de las industrias tractoras de Euskadi. Tiene más de 8.000 empleados en todo el mundo, una cifra de negocio de casi 1.500 millones de euros, y una cartera de pedidos que en la actualidad asciende a 6.200 millones. Pero esta historia de éxito no habría sido posible si hace aproximadamente tres décadas la empresa no hubiese dado un giro vital de 180 grados. «Entonces teníamos ya 70 años. Era una empresa tractora de la comarca (Goierri), empleaba a bastante gente e incluso cotizaba el Bolsa. Pero tenía una estructura accionarial muy atomizada, y no tenía una estrategia clara», recuerda Jon Imaz.
Además, la empresa fabricaba trenes con licencia y diseños de otros, que incluso podían ser sus competidores. «Éramos una subcontrata, por lo que nuestro futuro era gris tirando a negro», admite el actual director corporativo de negocio y tecnología de la compañía. Fue entonces cuando un grupo de directivos «le echaron arrestos» para reconfigurar un accionariado en el que entró el Gobierno vasco a través de las participaciones adquiridas por las cajas de ahorros. La reinvención de la empresa se llevó a cabo a partir de dos ejes estragéticos. Uno, la internacionalización. «Hasta entonces, CAF no era nada fuera de España. Y ahora no tenemos un solo tren en cartera pendiente de entregar en el mercado español», dice Imaz. Otro, el desarrollo de tecnología propia, gracias a la creación de un departamento propio de I+D que permitió trabajar la electrónica de potencia, los sistemas de tracción, la acumulación de energía, etc. «Y no sólo para suministrar esa tecnología a nosotros mismos, sino también para vendérsela a terceros. Incluso a nuestros competidores», presume Imaz.
Crecer ha sido la vía que también ha permitido al grupo Uvesco -propietaria de los supermercados BM- sobrevivir a la dura crisis y a un aumento bestial de la competencia en el mundo de la distribución alimentaria. Cerró el pasado ejercicio con una facturación superior a los 700 millones de euros, y una plantilla de 4.400 trabajadores. «Y eso que no somos grandes en el sector, aunque sí en la economía vasca», cree José Ramón Fernández de Barrena.
El director general del grupo recuerda que 10 años atrás, cuando la crisis no había hecho sino asomar la patita, facturaban la mitad que hoy día. «Y no sólo hemos conseguido mantener nuestra rentabilidad, sino que la hemos aumentado», en un entorno de cierta recuperación del consumo, pero con una clara reducción de márgenes. «Y ha sido posible por haber ganado posición competitiva y de negociación con los proveedores», añade.
El Grupo Uvesco nació en 1993 fruto de la unión de Unialco (empresa guipuzcoana nacida en la década de los sesenta) y de Ves, (compañía centenaria con actividad en Cantabria). En 2011 adquirió la cadena de supermercados Erkoreka, y el pasado año dio el salto a Madrid y Ávila con la compra de otros 16 establecimientos. «Hemos abierto entre 7 y 8 supermercados al año durante la última década. A lo largo de nuestra historia hemos crecido a través de fusión, de compra de empresas, y de crecimiento orgánico (propio)», resume Fernández de Barrena.
Crecer, «aunque tampoco de cualquier manera», es casi preceptivo, pero también tiene sus desventajas. «Te sacan de tu zona de confort. Y no es fácil para un empresario tipo de pyme, o de empresa familiar, animarse a ir a no sé dónde a hacer negocios. O a cederle parte de la dirección de la empresa a alguien que habla un idioma diferente y que vive a miles de kilómetros», admite Jon Imaz. La compañía para la que trabaja, CAF, ha recorrido «un camino interesante», ya que ha plantado picas en multitud de países. «Pero va a haber que seguir evolucionando», añade.
El partido en el que juega CAF así lo exige: con rivales como los chinos, que antes eran dos (diez veces más grandes cada uno de ellos), pero que ahora se han fusionado para dar lugar a un monstruo del sector ferroviario. «Ya no son sólo los 'sospechosos habituales', como Siemens, Alstom (que, por cierto, también van a unir sus negocio) o Bombardier», todos ellos con más músculo que la empresa guipuzcoana.
«Ganar en dimensión implica concentración, desplazamiento. Hace 20 años aquí estaban Aurora Polar, Elfos, Lagun Aro… Había unas cuantas, y también unos cuantos bancos. ¿Dónde están muchos de ellos?», se pregunta José Manuel Ereño. «Hoy día lo importante es tener los recursos humanos alineados o concienciados, de forma que seguir estando en Euskadi tenga un 'plus', ya sea porque la calidad de los recursos humanos merece la pena, porque la forma de hacer los negocios le da valor respecto a otra forma de hacer las cosas… Se trata de ser grande desde aquí», sentencia el director general adjunto de Seguros Bilbao.
Fernández de Barrena apela a la necesidad de «no perder ese arraigo nacional» del que presume el Grupo Uvesco. «Porque somos una empresa que conoce las costumbres de sus clientes. Y que trata bien al producto fresco. Y en este aspecto el mayor tamaño no ayuda, porque el pequeño frutero o carnicero lo puede hacer mejor que tú. Tenemos que ayudar a los productores locales. Interactuar con nuestro entorno», proclama.
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