Iberdrola publicó ayer los resultados obtenidos en 2022. Son ciertamente espectaculares. Habrá quien piense que la empresa debe pedir disculpas por ellos. Ya sabe, muchos beneficios en un momento de zozobra energética general, con los precios al alza que complican la vida de la gente. ... Pero esa crítica no resiste un mínimo análisis.
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Vamos a ver. Iberdrola obtuvo 4.339 millones de beneficios. ¿Son beneficios caídos del cielo inmerecidamente? No creo. Y desde luego, de serlos, no lo serían del cielo español, pues los beneficios obtenidos aquí se redujeron nada menos que un 19%. La razón del desajuste la conoce de sobra. Pero algo tiene que ver en el cómputo total de los resultados el elevadísimo volumen de inversiones realizadas tanto en redes como en generación. Nada menos que 10.730 millones dirigidos al conjunto de la industria auxiliar para la que es un auténtico sostén de sus ventas. Una evolución que se mantendrá en 2023, con una previsión algo mayor de 11.000 millones que aumentará en 3.000 megavatios su capacidad de generación.
¿Quién se queda con tantísimo dinero? Pues no crea, no son un grupito de malvados capitalistas. Veamos. Gracias a su actividad, las distintas haciendas públicas en la que actúa se llevan 7.500 millones de euros en impuestos, de los que 2.600 recaen en la hacienda española y sirven para financiar los programas sociales y de inversión que determina el Gobierno. Y luego, otro buen pellizco va a los accionistas. ¿Todos ellos visten chistera y fuman caros puros habanos? No. Son una legión de más de 600.000 ahorradores que han depositado su dinero en la empresa con la esperanza de obtener una rentabilidad por sus ahorros. A los que habría que añadir otro buen número de ahorradores en fondos de inversión y de pensiones que invierten también en Iberdrola, porque confían en su evolución futura. Podríamos añadir entre los beneficiarios el enorme número de empleados que cobran sus sueldos de la empresa, el monto de esos sueldos y las condiciones de trabajo que ofrece.
¿Es Iberdrola un lunar vergonzante en nuestra sociedad? ¿Es una mala compañía ciudadana? Da mucha pereza demostrar lo evidente. Empresas como Iberdrola –desgraciadamente hay muy pocas– son una bendición para el entorno en el que actúan, un apoyo para industria de la que se abastecen, un tesoro para sus accionistas y un alivio insustituible, insisto, insustituible, para las haciendas en las que deposita sus impuestos. Y al que le parezca mal le pediría que vaya pensando en cómo podríamos sustituirla. Y ¿por qué deberíamos hacerlo?
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