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«La empresa necesita llevar de Shanghái a Barcelona unas piezas de automoción que entran en la maleta y están buscando a alguien que pueda ir allí. Pagan vuelo de ida y vuelta. Hay que ir mañana, pero se puede elegir la fecha de ... vuelta». Este mensaje, publicado en un grupo de WeChat -el WhatsApp chino- de trabajadores vascos afincados en China, refleja lo desesperada que es la situación de algunas empresas afectadas por el parón que ha provocado la epidemia del coronavirus Covid-19. A pesar de que muchas fábricas pueden retomar ya su actividad, la falta de personal y las restricciones de movimiento existentes son un enorme quebradero de cabeza.
Según un reciente informe de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Shanghái, la mitad de sus empresas ya están afectadas. El 78% es incapaz de lograr la reincorporación de todo su personal debido a las cuarentenas por todo el país y para el 48% la cadena de suministro se ha roto. El resto vaticina que ese punto crítico llegará en menos de un mes. Un tercio de las empresas americanas está considerando llevar su producción a otro país si no pueden reabrir sus fábricas, y dos tercios esperan que la demanda de sus productos caiga en los próximos meses.
Las empresas españolas implantadas en China no se escapan de estas consecuencias. Grandes y pequeñas, e independientemente del sector, casi todas están sufriendo un severo batacazo. Según la encuesta publicada el jueves por la Cámara de Comercio de España en Hong Kong, un 92% de sus asociados reconocen el impacto negativo. Un 69% ha visto reducido su volumen de negocio, el 41% ha cancelado viajes de negocios, un 73% ha pedido a sus empleados que trabajen desde casa y la mitad prevé que reclutar talento será más complicado a corto plazo.
En la China continental, el efecto negativo de la epidemia es aún mayor. Buen ejemplo de ello es Celia Bernardo, una diseñadora asturiana que hace casi una década fundó la marca de moda Celia B. Tenía previsto un viaje a Shanghái para estos días, pero lo ha anulado por miedo a que la pongan en cuarentena o a que no pueda salir luego del país, algo cada vez más habitual debido a las cancelaciones de vuelos y a las restricciones impuestas por otros países a la entrada de quienes hayan visitado China.
«La epidemia me está afectando en todos los frentes. Por un lado, y a pesar de que ya avancé mucho trabajo antes del Año Nuevo Chino, tengo más de cincuenta pedidos que no puedo entregar y he empezado a ofrecer descuentos para evitar que los cancelen. Además, tengo producción que debería estar lista para marzo y abril y dudo mucho de que pueda salir adelante». A Bernardo también le preocupa el momento en el que la actividad se retome, porque las fábricas no darán abasto con la producción y pymes como la suya serán relegadas a los últimos puestos de la lista.
«Esto es la puntilla. Porque se suma al efecto de los aranceles de la guerra comercial, que lastran mis ventas en Estados Unidos. Cada vez China es menos competitiva. Estoy buscando ya bases manufactureras alternativas en Indonesia», avanza Bernardo. No es la única: la diversificación de la producción se extiende a grandes multinacionales que desean reducir su dependencia de China. «La mayoría han buscado de urgencia proveedores en otros países del Sudeste Asiático. Los fabricantes chinos salen perdiendo», explica Irene Salguero, responsable de Ventas en China del grupo catalán de curtido Fontanellas y Martí.
No obstante, el gigante asiático sigue siendo el principal eslabón en la cadena de suministros global, y el cierre de la actividad fabril amenaza con provocar un efecto dominó en todo el mundo. Lo explica bien el caso de Antxon San Miguel, director de operaciones de Tucai. Su empresa, que depende del sector de la construcción, ha superado las estrictas auditorías del Gobierno para confirmar que se cumplen las nuevas normas de seguridad e higiene, y logró reanudar su actividad en Ningbo el pasado lunes. Pero lo hizo al 40%, con solo 98 de sus 350 empleados.
Cada trabajador necesita un permiso especial para reincorporarse, y se van otorgando de forma gradual. Así, el pasado jueves Tucai recibió a 40 empleados más. «Aún tenemos a 98 personas bloqueadas en las provincias de Guizhou y de Sichuan. O no les dejan salir, o no pueden entrar en Ningbo», explica San Miguel, que ha logrado evitar la cuarentena domiciliaria después de acreditar que ha pasado más de tres semanas fuera del país.
«El problema es que no podemos exportar el 'stock' que tenemos en el almacén, y que requieren nuestros clientes por todo el mundo, porque el transporte está paralizado. Cuando se vuelva a poner en marcha será demasiado tarde y nos pedirán que utilicemos la vía aérea, un problema aún mayor porque no podemos asumir esos costes». San Miguel concuerda con Goldman Sachs en la previsión de que la economía China dé un salto en cuanto acabe la crisis sanitaria, pero avanza que entonces será el mundo el que comience a sentir su impacto económico. «El golpe vendrá cuando los 'stocks' en el resto del mundo escaseen».
la situación actual
encuesta
Pedro Segovia recibió el jueves el primer camión en las instalaciones de la fábrica de RTS en Jinhua y vaticina que este fabricante de componentes de automoción tendrá dificultades para trabajar cuando el país recobre la normalidad. «Ahora estamos con un 70% o un 75% de la plantilla, y seguro que el 10% o el 15% no vuelve», afirma. «Va a ser muy difícil contratar nuevo personal en esta situación, porque nosotros dependemos de trabajadores de otras regiones del país», predice. Para mitigar ese problema, provincias como Zhejiang y Guangdong han aprobado medidas para atraer migrantes rurales: desde transporte gratuito, hasta pagos en metálico.
El sector servicios está capeando el temporal pidiendo a la mayoría de los empleados que trabajen desde casa, pero muchas de sus empresas temen un desplome del consumo debido a las restricciones y a la incertidumbre que reinan en China. «Las ventas se han desplomado este mes y se verán gravemente afectadas los próximos meses», augura Salguero. De la misma opinión es Alberto Bermejo, responsable en China de Carolina Wine Brands. «Todos los viajes y eventos se han cancelado hasta abril, incluidas grandes ferias de vino como la de Chengdu. Además, hay miedo a ir a bares y restaurantes, por lo que el consumo ha caído en picado. Por si fuese poco, mis distribuidores no pueden mover el producto por las restricciones logísticas y los pedidos se van retrasando una y otra vez».
China está aún convencida de que puede alcanzar un crecimiento del 6% para el conjunto del año, pero pocos comparten esa opinión. Goldman Sachs predice que en el primer trimestre el gigante asiático representará un 50% de la desaceleración económica mundial, y advierte de que el impacto podría trasladarse al segundo trimestre si las restricciones se mantienen. La directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, incluso cree posible que el coronavirus dé al traste con el «frágil crecimiento global».
Buen ejemplo del frenazo que ha dado el país es la cancelación de 21 millones de billetes de avión y de más de 100 millones de viajes de tren desde que se declaró la epidemia. Las aerolíneas han reducido la capacidad hasta un 70% y el Gobierno ya planea su rescate. Desde el aire, ciudades como Shanghái aparecen aún casi desiertas, y el miedo al coronavirus es difícil de cuantificar, pero también acarrea graves consecuencias. Lo sabe bien Celia Bernardo: «Una clienta incluso ha cancelado un pedido porque sabe que viene de China y teme infectarse con el paquete».
50% de la desaceleración mundial representa el impacto chino, según Goldman Sachs.
20% supone la economía del Gran Dragón en el PIB mundial, lo que alimenta los temores.
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