Esta semana ha sido la de la puesta en escena de la presentación de la 'operación Sidenor'. Como ocurrió en la Union Station de Chicago en la última escena de 'Los Intocables de Eliot Ness', cuando estaba casi todo perdido y el último tren a ... punto de salir. El Gobierno de España no encontraba la solución para Talgo que prometía el ministro de Transportes, Óscar Puente, hace solo unas semanas, pero ya se atisba algo de luz al final del túnel.
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El fabricante, ante la presión de 4.000 millones en la cartera de pedidos y con entregas con las que se complicaba cumplir plazos, notaba cómo se intensificaban los enfrentamientos y divisiones entre sus propios accionistas. Y todo era porque la opa húngara de Magyar Vagon -que daba salida al accionista principal, Trilantic, y aportaba ocho fábricas para Talgo- había quedado en vía muerta tras el veto del Consejo de Ministros. Posibles conexiones con capital ruso y evitar perder el control nacional de un emblema industrial pesaron en la decisión. Y, sin clarificar la propiedad de la empresa, es complicado tomar decisiones estratégicas.
Así que ante la falta de alternativa comenzaba a cundir el pánico. Algunos proveedores vascos de la compañía lanzaban el mes pasado la voz de alarma en ámbitos empresariales, «busquemos a un socio». Las administraciones vascas tiraban de teléfono en busca de un 'caballero blanco'.
Por ello, el paso adelante dado por el presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga, adelantado en exclusiva por EL CORREO, ha desencadenado una estudiada cascada de acontecimientos y respaldos. El departamento de Industria de Gobierno vasco del consejero Mikel Jauregi ha jugado un papel determinante. En contacto con la Oficina Económica de Moncloa, aliviada ante alguien dispuesto a dar el paso, acordaron dar acompañamiento al industrial vasco. Una operación que ambos gobiernos pueden rentabilizar políticamente. El de Pedro Sánchez porque justifica su negativa a los húngaros y pone una alternativa industrial, no financiera, y que gusta a su socio del PNV. Y es que para el Gobierno vasco el movimiento, de llegar a 'buena estación', es anotarse un tanto en el arranque de la legislatura poniendo fin a la pérdida de «arraigo» empresarial vasco y, como dijera la portavoz del Ejecutivo, María Ubarretxena, decir «sí a la industria y sí al empleo».
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Así que la puesta en escena ha sido algo así como una demostración de fuerza: Jainaga con el apoyo de las administraciones y agentes de enorme relevancia como la patronal CEOE. Un mensaje enviado a Javier Bañón, el hombre de Trilantic en Talgo. Una misiva justo antes de empezar la negociación por el precio del 29,9% de las acciones que el fondo de inversión tiene en el fabricante de trenes. Porque esa es la clave de la operación: cambiar Trilantic por Sidenor. Cambiar lo financiero por lo industrial. Un relato en el que el fondo aparece como el malo, el que no invirtió en ampliar la fabricación, el que generó el problema y ahora se resiste a facilitar la solución.
¿Cómo sacar a Trilantic de la ecuación? Porque a día de hoy, este fondo sigue teniendo la sartén por el mango. Trilantic tenía su participación vendida a Magyar Vagon por 5 euros el título, es decir, por 180 millones hasta que se frustró la opa. Y es el precio, además, que Bañón ha venido reclamando. Pero en Moncloa no están dispuestos, como señalan a este medio fuentes conocedoras de la negociación.
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Y Jainaga tratará de jugar sus cartas para comprar barato porque hace falta. En el caso de que la operación salga, habrá que poner un plan industrial en marcha con nuevas inversiones. El presidente de Sidenor sabe cómo es, ya lo hizo con la siderúrgica que preside.
La acción cerró la sesión bursátil el viernes a 3,82 euros tras una revalorización esta semana de más del 15%. Así empieza una partida que no será fácil y que debe resolver el coste, el diseño de la operación y su ejecución. Diversas fuentes cercanas a los agentes intervinientes señalan que el deseo es cerrarlo a corto plazo, incluso antes de diciembre.
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Lo primero es la financiación. La disposición de los gobiernos central y vasco es ayudar, entrar en el accionariado de la nueva Talgo. Con Finkatuz el Gobierno vasco y el central con la SEPI. Si CriteriaCaixa entra o no está por ver. De momento, no ha habido contactos entre Jainaga y la corporación presidida por Isidro Fainé.
Lograr el control de Talgo con el 29,9% de las acciones de Trilantinc es una de las claves. Pero si la CNMV considera que el porcentaje que asume Jainaga en Talgo es de control podría exigir una opa por el 100%. En ese caso, Sidenor tendría que avalar todo ese importe, alrededor 500 millones. Otra de las incógnitas es si el regulador, como ya hiciera con los húngaros, exige un visto bueno de los bancos al nuevo propietario para los créditos que tiene actualmente con Talgo.
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La complejidad de la operación crece si se tiene en cuenta que Trilantic no tiene las acciones directamente. Su participación se canaliza en una sociedad situada en Luxemburgo y que comparte con la familia Oriol y Juan Abelló: Pegaso Transportation International.
Esta situación puede plantear la entrada de Sidenor en esa compañía. Una fórmula que podría conllevar, eso sí, problemas a los gobiernos, ya que es complicado justificar una inyección de dinero público en una sociedad luxemburguesa.
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