He leído este verano la 'Trilogía de los Tres Cuerpos', una original y sorprendente novela de de ciencia ficción escrita por el ingeniero chino Cixin Liu. Muy recomendable, si cuando eras joven te gustaban las novelas de Julio Verne.

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El segundo libro se titula ' ... El bosque oscuro', y viene a explicar que igual no es muy buena idea lanzar señales al espacio buscando vida inteligente, porque hay probabilidades altas de que las escuche primero alguna especie más evolucionada y, en ese caso, el contacto con ellos acabará mal para nosotros (sobre esto podrían dar conferencias los incas, los mayas, los navajos, los maoríes, el continente africano en bloque…).

El autor dibuja un universo en el que el mejor escenario es, precisamente, que no te descubran, para poder seguir con tu vida sin ser invadido o exterminado. Un bosque oscuro en el que todos estamos agazapados y silenciosos, esperando no ser descubiertos.

En algo así se va convirtiendo el comercio internacional, gracias a las políticas de tipos y aranceles iniciadas por Donald Trump. El caso es que en este otoño incierto, a la economía americana le está yendo mejor, de momento, que a la europea o a la de los países emergentes. Así que el presidente de los Estados Unidos está feliz, diciendo a los suyos: «Ya os lo decía yo, primero América…» (no acaba la frase «… y los demás, ajo y agua»)

En la reunión que han celebrado este mes en Bali el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, se han repetido como un mantra los avisos para aprender del pasado, y no volver a caer en los errores del proteccionismo y las guerras de tipo de cambio. Si al mundo le va mal, a ningún país le puede ir bien en el medio y largo plazo. Peor aún, la Historia nos recuerda que las guerras comerciales y de tipos de cambio, con cierta frecuencia, acaban derivando en otro tipo peor de guerras.

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Pero, al parecer, igual que el universo de la trilogía de ciencia ficción, nuestro mundo es un bosque oscuro, y lo único que hace Trump es jugar a ese juego, consciente de que, hoy por hoy, él es el pez más grande en un estanque pequeño (si lo contamos por PIB, y también si lo contamos por maquinaria militar). Y consciente también que si deja las cosas como están, dentro de poco en Oriente crecerá un pez más grande, de piel amarilla y ojos rasgados.

En este bosque oscuro, Europa es evidente que no puede jugar a ser el más grande, con los mimbres deshilachados que tenemos. Es tarde también para jugar a que no nos vean, así que solo nos queda una opción posible: ser más inteligentes, y anticipar las señales de un futuro que (la Historia también nos enseña) nunca es exactamente igual al pasado y siempre nos sorprende.

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No te cuento el final de la novela, pero sí te dejo una pista. Los extrateterrestres, para evitar nuestro desarrollo mientras ellos viajan hasta nosotros, lo único que hacen es bloquear nuestros avances en ciencia. Toda una parábola de la importancia de invertir en I+D para el progreso de las naciones, que la concesión del Nobel de Economía a Paul Romer nos ha venido a recordar este mes.

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