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En los últimos tiempos el mundo financiero y empresarial se ha puesto la etiqueta de 'verde' o 'sostenible'. Parece como si el gancho tradicional de la rentabilidad hubiese pasado a un segundo plano y lo que atrajera a los inversores fuese el compromiso con el ... medio ambiente o la igualdad de género. Por poner dos ejemplos cercanos, Vidrala dedica buena parte de su memoria a destacar las virtudes del vidrio frente a los envases de plástico, mientras el Gobierno vasco acaba de estar en París presumiendo de los proyectos sociales que ha financiado con su bono 'sostenible'. Los expertos coinciden en que esto es mucho más que una moda pasajera y que los aspectos medioambientales y sociales pesarán cada vez más en las decisiones de inversión.
El asunto será tratado este miércoles en la tercera edición del Biscay ESG Global Summit, un evento organizado por la Diputación Foral de Bizkaia, Deusto Business School y Fineco-Banca Privada Kutxabank para debatir sobre las tendencias en inversión socialmente responsable (ISR).
El volumen que está alcanzando evidencia hasta qué punto está de moda. Los bonos 'verdes' (financiación para proyectos renovables o de eficiencia energética) captaron solo el año pasado 203.000 millones de euros en el mundo, una cifra récord, en la que España tuvo un papel relevante con la séptima posición en el ranking y 5.200 millones, de acuerdo con Climate Bonds Initiative.
Los 'bonos verdes' son el producto estrella, pero hay mucho más. La inversión que tiene en cuenta criterios ESG (Environment, Social y Governance, por sus siglas en inglés ) ya mueve 30 billones en el mundo, con un claro liderazgo de Europa, que controla la mitad de esa cifra.
En España ronda los 185.614 millones de euros en 2017, según un informe de Spainsif que destaca la evolución de esta cifra desde los 80 millones de 2002. Lo que significa esa cantidad es el volumen de activos gestionados en el país con criterios sostenibles. «Hasta hace poco la estrategia de las gestoras se limitaba a descartar algunos sectores como el tabaco, las armas o el juego. Pero ha ido evolucionando. Ahora se buscan las compañías en cada sector que mejor cumplen los objetivos sostenibles o también su evolución en esos indicadores», explica Jon Recacoechea, director de inversión ESG de Fineco. Asimismo están saliendo fondos temáticos que solo invierten en compañías bien posicionadas en la transición energética o en aquellas con menor brecha de género.
Los movimientos son cada vez más agresivos. El Parlamento noruego ha dado luz verde esta semana a Norges, el mayor fondo soberano del mundo, para desinvertir en empresas que se dediquen al carbón o a la extracción del petróleo. Toda una paradoja teniendo en cuenta que su patrimonio viene justo de sacar crudo del Mar del Norte.
La necesidad de recabar financiacióin para la lucha contra el cambio climático es obvia. La propia ONU estima que solo para cumplir los objetivos del Acuerdo de París harían falta 1,3 billones de euros anuales hasta 2030. Pero cómo canalizar la inversión para llegar a esa meta no es tan claro y se presentan grandes debates.
Ahí los gobiernos e instituciones supranacionales como la UE juegan un papel clave. No es una tarea fácil y de ella dará cuenta en la jornada del miércoles la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que ha sido criticada en algunos ámbitos como el de la automoción por sus críticas al diésel y por querer ir demasiado rápido hacia el coche eléctrico. «¿Es lógico negar el vehículo de combustión interna, que todavía tiene una gran capacidad de mejora, para importar vehículos eléctricos cuyas baterías se producen en China, con un 65% de generación eléctrica con carbón?», preguntaba en la última junta de accionistas el presidente de Repsol, Antonio Brufau.
En función de lo que indiquen las instituciones, una compañía será más atractiva o menos desde el punto de vista de la sostenibilidad. Igualmente son importantes las definiciones y estándares que establezcan. ¿Qué proyecto puede llevar la etiqueta de 'verde'? ¿Qué se puede calificar como bono 'verde'? ¿Cómo deben publicar las compañías los datos medioambientales? Justo se espera que la próxima semana la Comisión Europea avance en su respuesta a estas preguntas.
En cuanto a los datos de las empresas, España dio un salto con la ley que aprobó el 28 de noviembre de 2018, que obliga a las grandes compañías de más de 500 trabajadores a publicar, junto con el informe anual, una memoria de información no financiera. El documento debe dar cuenta exhaustiva de las emisiones, la gestión de residuos, el control que se tiene de toda la cadena de suministro, la brecha salarial por género edad y categoría, las contrataciones... Es un desnudo integral.
El Gobierno obligó a publicar el informe ya con la memoria de 2018, lo que causó un gran malestar entre las compañías, aunque también permite hacer balance. «Las empresas han hecho un gran esfuerzo para dar esa información, que no es nada fácil de extraer. En ocasiones puede ser muy sensible. Por ejemplo, todos los datos de remuneraciones o de beneficios por país. La competencia puede saber lo que uno paga por categorías», relata Pablo Bascones, socio de PwC, que ha tenido que verificar varios de estos informes.
También reconoce, no obstante, que falta un mayor desarrollo reglamentario para estandarizar la información. Ya solo en la estimación de la brecha salarial se observan fórmulas muy dispares. «Cabe el riesgo de que los datos no resulten creíbles», advierte Recacoechea.
El control de toda esta información es un negocio para las auditoras que la deben verificar y también para las nuevas compañías de rating que están aflorando, como MSCI o Sustainanalytics. El avance en la homogeneización de esos datos es uno de los retos pendientes.
30 billones alcanza la inversión guiada por criterios sostenibles en el mundo.
200.000 millones de euros se emitieron en 'bonos verdes' en 2018.
Tres casos
Las nuevas tendencias en inversión soplan a favor de Iberdrola. La eléctrica tiene una posición privilegiada en la transición energética, ya que su estrategia desde hace años pasa por la energía renovable y ha hecho del 'verde' su imagen de marca. Un 68% de su potencia instalada ya es libre de emisiones. De ahí que se haya convertido también en líder mundial en emisiones de 'bonos verdes' de compañías no financieras. Empezó en 2014 y ya acumula un importe de 9.500 millones.
«Nuestra financiación está alineada con nuestra estrategia», explica Roberto Fernández Albedea, director de Responsabilidad Social Corporativa. Según explica, los productos 'verdes' permiten atraer a inversores centrados en ese aspecto y considera muy positivo que Bruselas fije un estándar de 'bono verde' para evitar que utilice esa etiqueta quien no lo merece.
Repsol, propietaria de Petronor, está en una posición contraria a la de Iberdrola en el sentido de que la descarbonización implica un progresivo abandono de los combustibles fósiles, que es su negocio.
El presidente de la petrolera, Antonio Brufau, ya ha advertido en varias ocasiones del peligro de avanzar demasiado rápido en la transición energética y en el cambio al coche eléctrico. Pero a la vez que llama a la reflexión, invierte en mejorar la sostenibilidad del grupo.
Para empezar, fue la primera compañía de petróleo y gas del mundo en emitir un 'bono verde' y ha utilizado los fondos captados en mejorar la eficiencia energética de sus refinerías. Además, ha dado el salto al negocio eléctrico con la compra de Viesgo a finales del año pasado (ya tiene 870.000 clientes), y también ha adquirido proyectos solares y eólicos flotantes.
Las empresas cotizadas van a tener que prestar especial atención a sus indicadores medioambientales y sociales, pero no solo ellas. También las que no están en Bolsa deben hacerlo y, de hecho, las que son de gran tamaño como Aernnova están igualmente obligadas a presentar el informe de los estados no financieros con idéntica exigencia.
El fabricante alavés de estructuras aeronáuticas ya ha cumplido con esa obligación y en el informe recoge sus objetivos en esta materia. Según explica Javier Fernández de Retana, director de Relaciones Institucionales, «la compañía ha fijado como meta la reducción del 75% de las emisiones de CO2 y, por tanto, la reducción del 75% en el consumo de queroseno por pasajero para 2050». Para ello diseña estructuras de menor peso, con la incorporación de materiales compuestos y el desarrollo de nuevas tecnologías.
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