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cristina vallejo
Sábado, 14 de julio 2018
Durante las semanas del verano, las empresas van a ir presentando sus cuentas del primer semestre. Y, según Natalia Aguirre, de Renta 4, van a ser muy importantes para la Bolsa en el corto plazo, y también para los inversores, porque les van a permitir ... averiguar si las acciones están de verdad baratas, así como también discriminar entre compañías. Anabel Laín, de Ibercaja Gestión, se muestra optimista sobre el impacto en los mercados de esta campaña de resultados: «La tendencia creciente de beneficios empresariales va a continuar sirviendo de apoyo a las bolsas a lo largo del año. Más aún en esta coyuntura tan agitada por las tensiones comerciales que amenazan con ralentizar la recuperación económica y por el proceso de normalización de tipos de interés por parte de los bancos centrales».
Laín añade: «En la medida que las empresas sorprendan positivamente a los inversores en la publicación de sus beneficios de mitad de año, las bolsas europeas podrán encontrar el detonante para salir de los niveles actuales, que suponen una valoración de 14,2 veces los resultados estimados de 2018». Roberto Ruiz-Scholtes, de UBS, también cree que las cuentas del primer semestre van a sentar bien a las acciones porque el debilitamiento económico de los últimos meses no va a provocar una desaceleración en los beneficios. Pero Almudena Beneditde Julius Baer, advierte: «Los mercados están más pendientes del ruido político que de la evolución de la economía, por lo que unos buenos resultados podrían no hacer subir el mercado a corto plazo».
También con pies de plomo aconseja andar Alex Fusté, de Andbank: en su opinión, los resultados del segundo trimestre no van a impulsar a las bolsas, sino que serán los del tercero y los del cuarto, al menos en Europa, como precisa. A las cuentas de las empresas del segundo trimestre les pesa la comparativa, porque el mismo periodo de 2017 fue el mejor en términos de resultados para el Viejo Continente, entre otras cosas, por un tipo de cambio favorable: de media, hace un año, el euro cotizaba a 1,07 dólares, mientras que en el mismo periodo de este año ha estado en 1,20, de promedio.
Dada la comparativa distorsionada, Fusté recomienda no tomar decisiones de inversión en Europa atendiendo a los resultados del segundo trimestre, y aconseja esperar a los del tercero y cuarto, cuando prevé beneficios de 7,2 euros por acción, que comparan bien con los 5,74 y 5,8 euros, respectivamente, de un año antes. En cuanto a Estados Unidos, si bien Fusté espera un incremento de los beneficios del 18,8 por ciento para el conjunto del año, hasta los 158,8 dólares por acción, multiplicándolo por un per razonable de 17 veces, el valor razonable del S&P 500 sería de 2.700 puntos, niveles que ronda ahora. Por ello, no podría justificar mayores alzas este año, aunque no descarta que la Bolsa americana siga subiendo, lo que la encarecerá.
Los crecimientos, como señala Martin Moeller, de UBP, serán mayores en Estados Unidos que en Europa, debido a que el contexto fiscal, político y de tipo de cambio es más favorable al otro lado del Atlántico que en el Viejo Continente. En los mercados emergentes, Moeller espera resultados sólidos en China y en Rusia, pero en Brasil ve la posibilidad de decepción. Laín precisa que el crecimiento de beneficios más alto para este trimestre se espera en el Reino Unido (29,4 por ciento), debido al mayor peso de las compañías energéticas y de recursos básicos, además de por el efecto base. En cambio, es en Portugal donde se espera un peor comportamiento, con una caída del resultado del 17,6 por ciento en el segundo trimestre.
Los beneficios de las empresas van a continuar creciendo. Ésa es la convicción de los expertos, aunque difieran respecto al impacto que pueden tener en las cotizaciones. Los analistas también avisan sobre los sectores que lo han podido hacer mejor o peor en el segundo trimestre. Carlos Gutiérrez, de Dunas Capital-Inverseguros Gestión, explica: «Esperamos que las empresas productoras de petróleo y otras materias primas sigan ofreciendo buenos resultados, así como las empresas de software, consultoras tecnológicas y ciberseguridad. Por el lado negativo, seguimos viendo al sector bancario como el gran perjudicado de esta situación de tipos bajos, así como el sector de la distribución por la competencia en márgenes y la transición a la venta online».
Ruiz-Scholtes coincide: cree que en el sector petrolero los buenos resultados pueden favorecer mejoras en los dividendos y añade que el sector bancario europeo, por los tipos bajos, puede sufrir una compresión de márgenes que lleve a revisiones a la baja de sus estimaciones. Laín coincide en que en el Viejo Continente el sector que más crecerá será el energético, mientras que el más débil será el de las 'utilities'. Joan Bonet, de Banca March, explica que en Europa en particular, se han visto revisiones al alza en la mayoría de los sectores, liderados por energía, papel, semiconductores y químicas. Pero también avisa de revisiones a la baja en transporte, retail y telecos. En EE.UU., mientras, apunta que los sectores más favorecidos son energía, materiales, tecnología y financieros.
Dada la sensibilidad de los mercados a las noticias sobre la guerra comercial, los inversores van a estar muy atentos a los comentarios de los directivos sobre su impacto en las cuentas. Los primeros avisos, como recuerda Moeller, vinieron de Daimler. Señala que los concesionarios de coches es posible que hayan rechazado incrementar su volumen de inventarios, lo que ha podido llevar a una más prudente ejecución de la producción, lo que a su vez ha podido repercutir en los proveedores de la industria automovilística. Asimismo, Moeller cree que otras compañías expuestas al comercio, como las industriales o las empresas de transporte, pueden expresar su preocupación sobre el futuro impacto de la guerra comercial.
Para Laín, «lo esperado es que las empresas sean cautas a la hora de hacer estimaciones acerca del impacto de posibles guerras comerciales. Podrían dar algún tipo de guía o sensibilidad en sus cuentas a posibles aranceles impuestos, pero no creo muy probable que se muestren favorables a anticipar efectos posibles». Así, según Ruiz-Scholtes, lo más seguro es que las empresas aprovechen para lanzar una advertencia global contra el proteccionismo por los daños que puede ocasionar, pero no respecto a que a ellas mismas les pueda ir peor en el más inmediato futuro.
En todo caso, Laín enumera los sectores más vulnerables ante la guerra comercial y, por tanto, a los que más atención hay que prestar: automovilístico, transporte, acero, aluminio, energía y farmacia. Los sectores más domésticos, como el financiero o el de las 'utilities', estarían más al margen de los efectos negativos directos. Bonet, por áreas geográficas más vulnerables a la guerra comercial, señala que a corto plazo EE.UU. se puede ver menos afectado, ya que el comercio supone apenas el 15 por ciento del PIB y las importaciones, sólo el 6 por ciento del gasto de los consumidores. Además, considera que los emergentes pueden verse afectados, sobre todo los sectores más tecnológicos.
«En lo que se refiere a la guerra comercial, las compañías españolas se librarían de los titulares. La exposición a ventas en Estados Unidos se limita a menos del 10 por ciento y está concentrada en varias empresas, entre ellas bancos (BBVA y Santander), eléctricas (Acciona o Iberdrola) y la que más vende en EE.UU., como Grifols, que no parecen ser las que están en el ojo del huracán de Trump», explica Fusté, que recuerda que el mercado español sí cuenta con proveedores de las industrias automovilísticas de Francia y Alemania, que sí son vulnerables. Bonet aporta otro dato: España sólo representa el 0,7 por ciento de las importaciones a EE.UU., frente al 4,8 por ciento de Alemania o del 22,5 por ciento de China. Y señala, por tanto, que la evolución de los beneficios de las empresas españolas va a ser mucho más dependiente de los resultados de los bancos y de la evolución de América Latina.
Y, en este sentido, Martin Moeller señala que esta última región ha estado débil, así como también sus monedas, lo que puede tener su impacto en las compañías con intereses allí, como los grandes bancos. Además, Gutiérrez recuerda que las empresas que no cotizan en el Ibex-35, muchas de ellas exportadoras o con divisiones en otros países, pueden verse afectadas por los vaivenes de las divisas, aunque plantea la posibilidad de que los inversores que conozcan bien esas compañías podrían aprovechar esos movimientos para construir posiciones de largo plazo.
Laín, que reconoce que la exposición a la guerra comercial de las empresas españolas es menor que la de otras, como las alemanas, resalta también el peso que en el Ibex-35 tienen bancos (33 por ciento) y 'utilities' (15 por ciento), dos sectores muy domésticos, cuyos beneficios se espera que crezcan un 7,4 por ciento en el primer caso y que caigan un 18,6 por ciento, en el segundo. Y, por último, añade Laín el sector energético, el que más brillará en Europa, no llega a una ponderación del 7 por ciento, por lo que su destacado crecimiento esperado de beneficios del 73 por ciento tendrá mucho menos impacto en la bolsa española que en la de otros países.
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