Con el sector del transporte colapsado, el campo en llamas, las industrias atenazadas por los precios de la energía, la flota pesquera amarrada y las cadenas de distribución desabastecidas, cualquiera podría pensar que esta situación iba a ser el centro de las preocupaciones del Gobierno. ... Craso error. Si piensa usted así lo más probable es que todo se deba a su marcada posición ultraderechista, asíntota a la de un acendrado fascista. En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de ayer habló la vicepresidenta tercera encargada de los asuntos energéticos. La señora Ribera ostenta varias plusmarcas mundiales de velocidad en cambio de criterio. El último, el establecimiento de un precio máximo para el gas, ha durado cuatro días y no ha podido batir el anterior, establecido hace pocos meses, cuando durante la aprobación de una ley anunció su inmediata modificación. Habló durante casi media hora y se dedicó a glosar temas como la mejora de las redes, el biogás y la informatización del suministro de agua. De las actuales angustias del país, ni una sola palabra. Ni una. ¿Se puede ser más descarado? Sí, pero requiere una gran destreza personal y un entrenamiento muy duro. No lo intente, no está al alcance de cualquiera.

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Como era de esperar, todas las preguntas posteriores fueron dirigidas a conocer sus planes para recomponer la situación y explicar la reunión que tuvo ayer mismo con los representantes de las empresas eléctricas. Lo siento, no le puedo resumir lo que dijo porque no le entendí absolutamente nada, supongo que debido a mis graves carencias cognitivas. Creo que todo va a ir bien y que tiene todo previsto, o algo así. También le preguntaron por la posibilidad de que el Consejo Europeo no respalde las propuestas que ha llevado el presidente en su reciente peregrinación europea. Me pareció oírle que sus ideas son excelentes, así que tampoco hay problema en esto.

Pero no crea que mi falta de entendederas me sumió en la depresión, ¡Qué va! Enseguida llegó la ministra portavoz a quien le preguntaron, una y otra vez y todas las veces, por el lío del Sáhara. Dijo textualmente que esto de la diplomacia es algo muy discreto y que «España mantiene su postura». Esto lo entendí perfectamente y me quedó claro que quienes no han entendido nada de nada son los marroquíes, que se alegran sin razón y nos devuelven a su embajadora; los argelinos, que se asombran sin motivo y nos retiran a la suya; y usted, claro, que reconózcalo, había pensado mal de nuestro estable presidente.

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