Las bases del futuro naval

Al cierre del último trimestre de 2021, la cartera de pedidos de los astilleros de Euskadi -Murueta, Zamakona y Balenciaga- sumaba 13 buques, cuya construcción garantiza a la industria naval vasca tres millones de horas de trabajo hasta, al menos, finales del año 2022. Magnífico saldo.

En contraposición, La Naval no consiguió encontrar el tan deseado proyecto de continuidad de construcción naval en sus instalaciones, a pesar de que en todas las instancias y a todos los niveles se ha trabajado con esmero y desvelo con ese objetivo. En primer lugar, tratando de evitar la liquidación con la reestructuración de la situación del astillero, que pasaba por la terminación de la segunda draga para Van Oord, alternativa que lamentablemente el armador desdeñó. En segundo lugar, con el propio plan de liquidación, que preveía como opción prioritaria la transmisión de la unidad productiva en su conjunto. En tercer lugar, a nivel institucional, con el respaldo del Gobierno vasco poniendo todos los medios a su alcance para alentar que un nuevo proyecto industrial propiciase el mantenimiento de la actividad que hasta entonces se había desarrollado en el astillero de Sestao, y participando en primera persona en los contactos con los grupos inversores interesados, apoyando y fomentando la suma de iniciativas que contemplaban la permanencia de la construcción naval. En cuarto lugar, con una jueza concursal que ante las dificultades para conseguir un inversor con un plan industrial para las instalaciones del astillero, aprobó -a propuesta del administrador concursal- hasta cuatro prórrogas del plazo de presentación de ofertas que tuvieron un único propósito: la continuidad de la actividad en La Naval, lo que nadie dudará que anhelábamos todos.

Con la pandemia de por medio, que ahuyentó a algún inversor dispuesto a darle continuidad a la actividad naval, y una vez agotada la posibilidad de transmitir la unidad productiva en su conjunto, el astillero ha tenido que ser liquidado por lotes. Y final y tristemente, la oferta que mejor satisfacía los créditos de los acreedores no ha venido de la mano de un proyecto industrial.

Para que la construcción naval pueda abordar los próximos años con optimismo, no valdrá aferrarse a recetas del pasado. Con los astilleros asiáticos al acecho y ante un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso, sujeto a acontecimientos inesperados y de altísimo impacto sobre nuestra manera de vivir, de trabajar y de producir, al sector naval le toca apostar por la transformación de toda su cadena de valor. Puede hacerlo sobre los ejes de digitalización, formación, transición ecológica y diversificación de la actividad, aprovechando las oportunidades que nos brindan la eólica marina y las nuevas energías renovables. Precisamente estas son las bases del Programa de Transformación del Sector Naval, en el que participan 12 empresas vascas y que opta al respaldo de los Fondos Next Generation. Precisamente estas son las bases de un futuro que se abre ante nosotros como una gran oportunidad, que con el coraje que caracteriza nuestro sector sabremos aprovechar.