José Ignacio Goirigolzarri. E. P.
José Ignacio Goirigolzarri | Presidente de CaixaBank

El amante de la banca aburrida

Siempre se ha destacado por una defensa educada y amable de los planteamientos técnicos más clásicos del sector

Jueves, 31 de octubre 2024, 00:16

A estas alturas de su vida nada le haría más feliz -con el debido respeto al hijo de su exjefe Pedro Luis Uriarte- que llegar un día a la presidencia del Athletic de Bilbao. Él, que ha pisado las principales moquetas del poder económico español, ... que ha visto cómo se doblaban espinazos a su paso toda vez que, se suponía, detentaba un gran poder, tiene esa debilidad emocional. El rojo y blanco es su perdición. Mientras tanto, a su círculo cercano ha transmitido la idea de que quiere dedicar más tiempo a su familia y a sus nietos.

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Hay que distinguir varios perfiles en su vida. Todos los que han tenido la oportunidad de trabajar con él saben que hay al menos dos. Uno, el José Ignacio Goirigolzarri ser humano, es el ejecutivo cercano, con maneras de lord británico, amable, que siempre escucha a su interlocutor, un punto tímido, sencillo, austero, buena persona. Otro es el ejecutivo profesional, un témpano de hielo, incapaz de atender a ningún otro condicionante que no sea su consideración profesional, independiente, de los que no se casa con nada ni con nadie y que no atiende a criterios humanos a la hora de tomar decisiones. Tampoco a criterios políticos. Y todo apunta a que ha tenido que lidiarlos a diario. Es un amante de eso que los suizos llaman 'banca aburrida'.

Es quizá la convivencia perfecta de esos dos 'goiris', la mezcla mágica de la mano de hierro envuelta en un guante de seda, la que ha permitido a este bilbaíno de 70 años convertirse en uno de los profesionales de banca más sólidos de la era moderna. Hasta ayer, que se anunció su salida de la presidencia de CaixaBank, a la que llegó en 2012 tras la fusión de La Caixa y Bankia.

Su trayectoria ha tenido un 'formato Guadiana'. Ascender, desaparecer, para volver a ascender. Forma parte de la 'cuadra Bernaola', surgida en la Comercial de Deusto hace ahora algo más de medio siglo. Tras su especialización en el sector financiero en la Universidad británica de Leeds, pasó a formar parte de la plantilla del Banco de Bilbao en 1978, en el que recorrió toda la 'escalilla' de responsabilidades. Tras la fusión del Bilbao con el Vizcaya, de la que nació el BBV, Goirigolzarri formó parte del equipo de directivos que creó Pedro Luis Uriarte para poner en órbita la entidad. Fue su discípulo más joven.

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El abanico de responsabilidades que asumió a lo largo de sus 31 años en la entidad financiera vasca le permitió demostrar que era un todoterreno en el sector. En diciembre de 2001 se convirtió en el consejero delegado del BBVA. En la práctica, en el 'número dos' de la entidad. Tiempos difíciles, porque el banco había sufrido un auténtico proceso de purga de todo lo que oliese a BBV y a vasco, en una batalla, mezcla de razonamientos legales y de lucha descarnada por el poder, que había puesto en la calle a todos los que, hasta entonces, habían sido sus compañeros de travesía profesional. Francisco González, el presidente del banco, le ofreció ser su mano derecha. Era su oportunidad de dar un salto y la aprovechó, pese a que muchos le miraron con un cierto recelo. ¿Había cambiado de bando? Craso error. José Ignacio Goirigolzarri no entiende de bandos.

Abandonó el BBVA cuando fue consciente de que no llegaría a la cima. La alcanzó en Bankia y luego en CaixaBank

Todo el mundo sabía, o creía saber, que estaba llamado a ser el sucesor, el número uno de la entidad. Había demostrado cualidades más que suficientes y también había dado muestras de juego limpio y fidelidad, pese a que las tentaciones habían pasado por su despacho. Al menos una vez. Aquel día en el que Luis del Rivero, entonces presidente de Sacyr, se sentó frente a él para decirle que estaba dispuesto a encabezar una revuelta accionarial, que tenía el apoyo del Gobierno de Rodríguez Zapatero y que si se ponía de su lado le nombraría vicepresidente con todos los poderes ejecutivos. No lo dudó ni un segundo. Se despidió de su interlocutor con una rotunda negativa a participar en conspiraciones y cruzó los pocos metros que le separaban del despacho de Francisco González para ponerle al corriente de lo que se cocía en La Castellana de Madrid.

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Pero sus deseos de ser 'número uno' se vieron frustrados cuando a finales de 2009 González decidió ampliar los límites de edad para permanecer en la presidencia. Punto y final, tiró la toalla y pactó su salida. Se refugió en dos actividades no remuneradas. Tras un periodo dedicado a la Fundación Garum que él mismo había creado, Luis de Guindos le convenció para que aceptase ser presidente de Bankia cuando la entidad se caía a pedazos. Aunque con una fuerte inyección de dinero público, fue capaz de ponerla a flote hasta propiciar su fusión con La Caixa, a finales de 2020.

Es más que probable que desde ayer se hayan disparado los movimientos de los 'head hunters'. Es aún un lujo para cualquier consejo de administración.

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