Siglo y medio de foralidad
ALFONSO ALONSO
Martes, 27 de febrero 2018
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ALFONSO ALONSO
Martes, 27 de febrero 2018
Pocas instituciones políticas han mostrado la solidez y resistencia de nuestro sistema de Concierto Económico, que hoy cumple nada menos que 140 años. Sobrevivió al régimen dinástico de la Restauración, a la dictadura de Primo de Rivera, a la II República y aún fue capaz de mantener su vigencia, siquiera limitada y circunscrita al territorio de Álava, durante la larga dictadura que siguió a la Guerra Civil. En origen, sin embargo, se trataba de una solución provisional, consecuencia de la abolición foral. Fue con la recuperación de las libertades y el regreso de la democracia en la concordia de 1978 cuando se le otorgó por vez primera encaje constitucional como derecho histórico de los territorios vascos, reponiéndose en plenitud tras la aprobación del Estatuto de Gernika, aunque hubo que esperar hasta 2002 para que el Gobierno que encabezaba José María Aznar pactara y llevara a aprobación de las Cortes el carácter indefinido para este singular régimen.
Hoy es la expresión de la raíz foral del autogobierno vasco y su elemento más distintivo el que hace diferente y única a nuestra comunidad, con la salvedad de Navarra. Pienso que la razón de su éxito deviene de su naturaleza paccionada y de la gestión bilateral por la que se rige, no exenta naturalmente de discrepancias, pero necesariamente basada en la lealtad mutua. Concede un grado de autonomía sin parangón en nuestro entorno, pero incorpora un compromiso de solidaridad con el resto de España y obliga a su vez a la asunción de un riesgo unilateral, que exige una utilización responsable.
Siglo y medio después, el Concierto goza de buena salud, acaba de ser actualizado y ampliado en un nuevo acuerdo que resuelve además las liquidaciones del Cupo y es punto de encuentro político y social entre vascos y de éstos con el resto de España. Pero sufre también amenazas. Unas traen causa de una incomprensión hija del desconocimiento, pero otras nacen de una mentalidad de tabla rasa, que no tolera fácilmente lo diverso, que condena la pluralidad de España como un mal a combatir. Por ello es necesario más que nunca, para los primeros, un esfuerzo de pedagogía, explicación y transparencia. Y, frente a los segundos, la defensa de los mismos principios de aquellos liberales fueristas que supieron ver con inteligencia que el establecimiento de un Estado moderno asentado sobre la igualdad de los ciudadanos podía y debía hacerse compatible, como ha demostrado la historia, con el respeto a las instituciones forales que regularon durante siglos la convivencia de los vascos. Larga vida al Concierto.
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