Dagoberto Escorcia
Viernes, 9 de junio 2023, 19:12
Tenía que ser un duelo tan apasionante como ardiente, que marcara una época, en el que nadie echara de menos al dueño y amo de Roland Garros. Toda una batalla generacional. Entre un joven dispuesto a comerse el mundo, y un viejo rockero de esos ... que nunca mueren. Era el día ideal para la consagración de Carlos Alcaraz (20 años), y para decirle a Novak Djokovic (36) que su tiempo ya había pasado.
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Pero el duelo duró dos asaltos, que diría Mike Tyson, en primera línea de la Phillipe Chatrier de Roland Garros. Dos sets, en los que Alcaraz mostró de lo que es capaz, y Djokovic expuso toda su experiencia y potencial. Dos horas y ocho minutos en los que los contendientes repartieron golpes de toda gama, dispuestos a noquear a su rival, y llegaron empatados a puntos al final de esos dos asaltos.
Alcaraz sonreía y hasta movía su cuerpo cuando en el descanso entre juegos sonaba la música para distraer al público. El viejo rockero de Djokovic se marchó al vestuario pensando que necesitaba refuerzo para aguantar el ritmo del líder de esa nueva generación que aspira a sustituirlo. Volvió renovado.
Alcaraz no quiso seguir la estrategia de su adversario. «¿Para qué?» Debió preguntarse. «Yo soy joven y me estoy divirtiendo», pensaría. Pero no se llevaban jugados ni 20 minutos del tercer set, cuando todo el mundo esperaba que la pelea fuera a más, con 1-1 en el marcador y sacando Alcaraz, el murciano sintió un dolor en su pierna derecha. Y todo se vino abajo para el joven. «No puedo» se escuchó. «Es increíble», añadió. Miró a su preparador, Juan Carlos Ferrero. Pidió la ayuda médica y tuvo que entregarle el juego a Djokovic (1-2) porque en pleno desarrollo de un juego está penado pedir un masajista. Todo se vino más abajo, como cuando te rompes el tendón de Aquiles. Alcaraz tenía roto el corazón y todo el cuerpo.
Perdió el partido en el que se esperaba de él una exhibición y el pase a su segunda final de Grand Slam. Mala suerte para el español, que solo pudo salvar la «blanqueada» en el cuarto set. Y se ganó el aplauso de la afición por aguantar para bien del espectáculo, que esta vez no sería el mejor que podía ofrecer. Nole Djokovic se sintió Mike Tyson, que sabiendo que un día mordió a un rival en el ring me gustaría saber qué pasó por su tatuada cabeza.
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