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dagoberto escorcia
Martes, 11 de junio 2019, 01:15
Después de un entrenamiento en Mallorca, Carlos Moyà presenta a su joven 'sparring' con cara de niño que tenía más ganas de seguir peloteando con el entonces mejor jugador del tenis español. «Este sí que será un fenómeno», proclamó al periodista, que apenas prestó ... atención a semejante vaticinio. El niño era Rafael Nadal y también lucía pelos largos como Moyà, el primer español en ser número uno del tenis, un hombre que siempre ha tenido buen humor, apasionado de su deporte, aficionado de U2, amigo de Café Quijano y el tenista que tras perder la final de Australia (1997) con Pete Sampras se despidió con un «hasta luego Lucas» que hizo reír al público. Él es el técnico que hoy ayuda a Nadal a seguir siendo el mejor jugador sobre tierra.
Un año más tarde de aquella predicción (2003), en Hamburgo, el niño, a unos pocos días de cumplir los 17, se mide en la segunda ronda del torneo a su ídolo. Moyà tenía entonces 27 años. Ya había sido campeón de Roland Garros (1998) y se había convertido en número uno del tenis mundial. Fue un ránking efímero porque duró apenas dos semanas en el mes de marzo de 1999. Pero aquel mayo de 2003, sobre la tierra de Hamburgo, Moyà comprobó la profecía que se había atrevido a lanzar. El niño había crecido rápido en la pista. Había ganado un puesto en la 'qualy' del torneo y en la segunda ronda eliminó al segundo favorito, que no era otro que el espejo en el que se había fijado: 7-5 y 6-4 fue el resultado. La fiera, el fenómeno había entrado en la danza mundial del tenis.
Catorce años más tarde, en 2017, Rafael Nadal decidía, conjuntamente con su tío y mentor Toni Nadal, incorporar a Moyà en su equipo técnico. Había crecido con él. Lo admiraba. Vivían en Mallorca, había pasado muchas horas con él desde que se lanzó al profesionalismo, jugaban al fútbol -el balear es del Madrid y Moyà del Barça- en la play station en las habitaciones de los hoteles y se había entrenado mucho con 'Charly', como le llaman cariñosamente. Eran amigos y, sobre todo, el manacorí siempre le ha respetado. Le consideraba su hermano mayor. Por eso lo contrató. Tenía confianza en él. Sabía que le podía ayudar. Recibía un mensaje de felicitación de Moyà si ganaba y otro lleno de ánimos si las cosas no habían ido bien.
«Para superar los malos momentos he sido más amigo que entrenador», dice Moyà. «Hace de amigo cuando tiene que ser amigo y de entrenador cuando le toca», comenta Nadal. Las palabras de Moyà fueron pronunciadas unos minutos después de que el manacorí alcanzara el pasado domingo en Roland Garros el récord de 12 títulos en un torneo de Grand Slam. Algo único en la historia del tenis. 'Charly' devolvía de esta manera el sentido agradecimiento que su amigo había lanzado en la entrega de trofeos: «Gracias a mi equipo, no sabíamos hace unas semanas si podíamos seguir compitiendo. Gracias por apoyarme en los momentos más complicados».
Carlos Moyà
Nadal no duda en reconocer que Moyà, que ha vivido el tenis intensamente, ha contribuido en la mejoría de su juego, que siempre ha sido espectacular, pero que debido a las lesiones y al progreso de los rivales necesitaba algunos pequeños cambios. Moyà, en más de una ocasión, expresó su admiración por la derecha contundente de Nadal y también por su juego agresivo. Y ése era su principal trabajo en la pista: recuperar esa derecha dañina, preparar más los puntos con el revés y variar la estrategia en los partidos. Tanto Novak Djokovic, en Roma, como Roger Federer y Dominic Thiem, en Roland Garros, experimentaron esos progresos en un tenista que llegó a la temporada de tierra con muchas dudas, pensando que tenía que parar tras perder tres semifinales en su superficie favorita.
«El físico puede igualarse, pero la mentalidad es lo que define a los campeones». Es una frase de Moyà. Y ahí ha fundamentado la parte más importante de su trabajo. Nadal no necesita tantas mejorías en su juego a estas alturas de su carrera como rodearse de buenas personas y de motivadores que conozcan los intestinos del tenis, esos problemas de coco esencialmente: «El éxito personal es mucho más potente que el éxito profesional. La voluntad de tener un cambio de actitud y valorar las pequeñas mejoras. Y lo he hecho gracias a la ayuda de mi equipo», dijo Nadal tras la final de París.
Diecisiete años han pasado de la profecía de Moyà al periodista. Dieciséis de aquella primera derrota ante su 'sparring' en Hamburgo. Doce de la vez que Moyà se encontró en la pista central de Roland Garros con el ya campeón Nadal, en cuartos de final: el 6-4, 6-3 y especialmente el rosco en el tercero (6-0) fue sangrante para Moyà, pero en el fondo había perdido con alguien que lo admiraba y respetaba. Después Nadal barrió a Djokovic y también a Federer para lograr su primera triple corona en París. El domingo pasado el balear, 33 años, levantó el trofeo por decimosegunda vez. Moyà, 43 años, también se sintió campeón de Roland Garros. Su pupilo había demostrado ser algo más que un fenómeno del tenis. Es invencible en esta tierra.
18 Grand Slam atesora en sus vitrinas Nadal: 12 Roland Garros, tres Abiertos de EE UU, dos Wimbledon y un Abierto de Australia
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