![Nole, el coleccionista de títulos](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202301/29/media/cortadas/novak-kdgF-RnHHlc0DfBz29m4Sysx1DII-1248x1200@El%20Correo.jpg)
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Dagoberto Escorcia
Domingo, 29 de enero 2023, 12:43
Novak Djokovic nació en Belgrado el 22 de mayo de 1987. Es el hijo mayor de tres hermanos y de una familia humilde que tenía una pizzería en la montaña de Kopaonik, un lugar donde no existía el tenis hasta que al alcalde de esta ... estación de esquí se le ocurrió fundar una academia de este deporte. A los cuatro años, Nole, como lo llaman sus padres y los aficionados, le regalaron una raqueta. Dos años más tarde cuenta que al ver por televisión a Pete Sampras ganar en Wimbledon en el restaurante paterno anunció: «Algún día ese seré yo».
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Dicen que los sueños, sueños son. En este caso, no. Dicho y hecho. A los 35 años, Novak Djokovic no solo ha ganado Wimbledon siete veces. También Roland Garros en dos ocasiones, el Open de Estados Unidos en tres y acaba de escribir su nombre por décima vez en el Open de Australia. Melbourne es su patio, su jardín, su casa. Hoy no solo puede decir que ha sido mejor que Sampras. Hoy también puede decir que ganó más títulos que Roger Federer, que acaba de igualar en número de victorias en torneos de Grand Slam a Rafael Nadal (22), y que estadísticamente está a punto de convertirse en el mejor de todos, especialmente en el rey de las pistas duras.
Podría discutirse sobre quién fue el tenista más brillante, el de mayor calidad, el más luchador, el mejor restador o el más simpático. Pero lo que es indiscutible es que hoy el serbio doblega a sus rivales con una facilidad asombrosa. Nadie como él para demostrar tanta superioridad. Convierte el partido en una cátedra y a sus rivales en alumnos. Hasta llegar a su décima final en Australia, Djokovic había empleado 14 horas y 42 minutos en vencer a sus seis rivales, y solo había perdido un set, precisamente ante un adversario surgido de la fase previa, el francés Enzo Couacaud, que le ganó el tie-break del segundo set, pero al que acabó propinándole un 6-0 en el cuarto.
Sin embargo, alcanzar el Everest del tenis, sumar 93 títulos, acabar siete años como número uno, tener el récord de semanas (373) siendo el líder del ranking, disputar 33 finales de Grand Slam, ser el único en la era open en ganar los cuatro torneos grandes dos veces de forma consecutiva desde Rod Laver en 1969, el que ha ganado más Masters 1000 (38), no ha sido una carrera tan fácil como parece.
Testigo de la guerra de la extinta Yugoslavia entre 1991 y 2001, que obligó a la familia Djokovic a protegerse en un refugio antiaéreo del bombardeo de las fuerzas de la OTAN, la verdadera lucha de Nole ha sido librada en las pistas y especialmente con su cuerpo. El tenista que acaba de recuperar el cetro mundial en Australia, de donde el año pasado fue deportado al negarse a ser vacunado contra el virus Covid, surgió con fuerza en el circuito cuando ya Federer y Nadal eran considerados los mejores del mundo.
«Para ellos, yo era una molestia ocasional. Ellos eran la élite. Yo estaba en segunda categoría», llegó a explicar hace unos años. Era ocasional porque igual jugaba un partido soberbio, que al siguiente sufría una lesión. Ganaba un torneo y se retiraba al otro. Tras ganar por primera vez Australia (2008), con 21 años, Djokovic entró en una fase en la que su cuerpo y su mente mostraron sus debilidades. Igual se ahogaba en la pista, que le dolía el estómago, se sentía pesado o sencillamente no podía.
Hasta que el 27 de enero de 2010, el mismo día que trece años después alcanzaba su décima final en Australia, en el partido de cuartos de final contra Jo-Wilfried Tsonga, tocó fondo. Pidió al médico en el cuarto set y en el quinto recibió un 6-1. Un año antes le había pasado lo mismo en Estados Unidos, ante Andy Roddick, pero entonces tuvo que retirarse. La imagen de ese Djokovic se había repetido tanto que el tenista estadounidense llegó a decir que Djokovic tenía 17 lesiones en tono de burla: «Calambres, gripe aviar, ántrax, SARS, tos y un resfriado común», bromeó Roddick.
En el libro 'El secreto de un ganador', Djokovic explica que su vida profesional cambió cuando modificó totalmente su dieta. Estuvo 14 días sin comer alimentos con gluten después de estar todos sus años consumiendo cereales, chocolate y comiendo pizzas. Antes había cambiado de entrenador, de fisioterapeuta, se había operado de la nariz, sufría alergias y el asma. Tras esa dieta se acabaron los desmayos, los tiempos muertos para recuperarse, y continuó con el yoga y la meditación. Su estado de salud física y mental mejoró notablemente.
Al año siguiente, 2011, comenzó su ascenso meteórico hasta llegar a la cima donde se encuentra hoy. Ganó diez títulos, tres Grandes y un total de 43 partidos consecutivos. Hoy es el tenista más feliz del mundo, sin lesiones que lo agobien y evidenciando en cada partido su fortaleza mental. Dice seguir sintiendo la misma presión, los nervios y todas las sensaciones que tiene un tenista que juega para sumar los mejores títulos y desconectar en su momento de las sospechas que sembró en un Masters de París una bebida que le preparaba uno de los componentes de su equipo, que acabó siendo un agua con polvo isotónico que le da un golpe de energía.
O para pasar de las acusaciones a su padre de apoyar la guerra de Rusia contra Ucrania surgidas tras vencer a Andrey Rublev en cuartos de final de Australia, su casa, donde es el amo de la pista y donde tiene mucho sentido que declare: «Yo amo jugar en Australia». Es Novak Djokovic, un cristiano ortodoxo, imitador de alguno de sus rivales y con una Fundación, creada en 2011, para apoyar a los niños necesitados. Hoy es el hombre más famoso de Serbia.
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