Nadal es una inspiración

La lista de deportistas de primer nivel que ven en el mallorquín un espejo es larga, cada vez más. Cuando Jon Rahm estudiaba en Arizona State, le dieron la oportunidad de jugar unos hoyos con Nadal, muy aficionado al golf. «En aquel momento el único libro que había leído entero en mi vida era la biografía de Nadal», confesó entonces el actual número uno del golf. Aquel día conoció al verdadero Nadal. Nada de pachanga. El balear salió a ganarle. «Y me ganó», contó Rham, que le había dado, eso sí, varios golpes de ventaja al mallorquín. «Rafa es uno de mis grandes ídolos». El modelo a seguir.

Carlos Moyá es el entrenador de Nadal. El domingo, tras la victoria, dijo que lograr el título tras meses al borde de la retirada había sido «como una película». Desde 2003, desde que en aquel Open de Estoril le diagnosticaron la lesión en el pie izquierdo que arrastrará mientras viva, el tenista de Manacor ha peloteado contra la adversidad. Entonces tenía 18 años, tuvo que escuchar que no iba a poder jugar más y, sin embargo, ha cumplido 35 años como el tenista más laureado de la historia. «Rafa me impresiona cada día -dice Moyá-. Creo que se impresiona a sí mismo. No sé si es el mejor jugador del mundo, pero sí el que mejor lee el juego».

Para vencer a Medvedev tuvo antes que sobrevivir a las limitaciones de su propio cuerpo. «A Rafa le encanta la competencia. Siempre quiere ser mejor. Eso le impulsa a entrenarse duro», continúa Moyá. A mediados de 2021, Nadal perdió ante Djokovic en la semifinal de Roland Garros. El pie no iba. Tuvo que renunciar a Wimbledon y a los Juegos de Tokio. «Mi cuerpo ha tomado la decisión», declaró. Parecía, una vez más, el final, la retirada.

La vieja fractura en el escafoides del pie zurdo no tiene solución. Ese hueso es el eje del arco de la articulación. «Si te fijas -apunta Jon Iriberri, biomecánico-, Nadal tiene muy desarrollado el músculo que está en la tibia. Es el que levanta el pie. Y en ese movimiento es clave el escafoides». Nadal lo tiene partido, necrosado. No hay cirugía que lo suelde. El tenis, explica Iriberri, es una actividad muy «asimétrica»: desarrolla más un lado del cuerpo. Eso genera desequilibrios que, con el tiempo, pueden acortar la vida de un deportista.

Nadal se ha resistido a ese pronóstico. Según los traumatólogos consultados por este periódico, con una lesión así prácticamente nadie podría moverse a esa velocidad. Cuando hace ya años le dijeron por primera vez que no había solución a su dolencia, se encerró en su casa entre lágrimas. Días a oscuras, como recuerda Jaume Pujol-Galcerán, autor de una biografía sobre el tenista. Pero no se rindió. Encendió la luz. Acudió a Nike, uno de sus patrocinadores, para que le fabricaran unas zapatillas especiales. Asumió el dolor como parte del camino. Y ha vuelto tras cada recaída.

Charles Darwin escribió que «las especies que sobreviven no son las más fuertes sino las que se adaptan mejor a los cambios». Nadal es un ejemplo de deportista que estira su longevidad. El físico explosivo decrece a partir de los 25 años. El tenista mallorquín ha sabido renovar su juego. En 2008 era impulsivo, un huracán de puro músculo que tapaba a puñetazos con la raqueta sus carencias técnicas. Toni Nadal, su tío y muchos años entrenador, le acompañó en la metamorfosis: «Mejoró técnicamente todos sus golpes. Así no necesita basarse tanto en el físico».

La ciencia y el progreso económico han jugado a favor de la longevidad de los deportistas. Hace veinte años eran pocos los tenistas con preparador personal. Muchos viajaban solos por el circuito. Ahora tienen preparador físico, entrenador, fisioterapeuta, nutricionista, incluso psicólogo. A Nadal, como señala Iriberri, le acompañaba además Toni Nadal, que le aportó equilibrio. «El entorno familiar es clave para un desarrollo sano», subraya. «Tener a alguien a tu lado con autoridad para decirte 'esto no'».

A todo eso, Nadal une su «fuerza interior», como define Carlos Moyá. El músculo mental. Es el hilo conductor de deportistas de largo recorrido como Rossi, Valverde, Gasol y Tom Brady. Por ese impulso son capaces de solapar el desgaste físico que trae a cuestas la edad. Y ninguno como Nadal para saltar vallas. Arrastra un pie roto desde la adolescencia. «No sé cuándo volveré a jugar», lamentó hace seis meses. Le esperaban el quirófano y más dolor. De nuevo, ha vuelto para continuar la histórica carrera que le enfrenta a Djokovic y Federer.

¿Pensaba en eso, en ser el único con 21 títulos de Grand Slam cuando estaba en mitad de la final ante Medvedev? No. La respuesta la da Moyá: «Simplemente, pensaba en ganar el siguiente punto». Así juega Nadal, como si cada bola fuera la última. Así derriba a sus rivales, gota a gota. Sin claudicar nunca. Dice Moyá que el partido con Medvedev fue como una película. Como 'La Leyenda del indomable', la historia de 'Luke', de Paul Newman, que se gana el respeto y la admiración del resto de los presos cuando se levanta una y otra vez del barro para seguir recibiendo los golpes de George Kennedy. Indomable Nadal. Inspiración.