Todas las lesiones de Nadal: el cuerpo que no se quería rendir

Hace año y medio, cuando anunció que paraba y dejaba de competir, fueron muchos los que imaginaron que Nadal no volvería a las pistas. Pero la mayoría siempre soñó con su regreso. Nadie se habría atrevido a pensar en que Nadal se marcharía del tenis sin despedirse de sus fans, sin decir adiós a los grandes escenarios que lo ovacionaron. Y así ha sido, aunque no ha podido mostrar su mejor tenis en todo este tiempo.

En 2004, en Estoril, descubrió que, además de los rivales, tendría otro enemigo. El físico. Su cuerpo. El mismo que lo haría pasar como un toro ante los ojos del mundo y, al mismo tiempo, lo obligaría a perderse muchos torneos, a jugar más de 1.300 partidos, a ser el segundo tenista con más títulos de Grand Slam de la historia, a colgarse 14 títulos de Roland Garros. O a ganar más de 2 Wimbledon, 2 Open de Australia y 4 US Open, y 2 medallas de oro en Juegos Olímpicos.

Una lesión congénita en el pie izquierdo obligó a aquel joven que quería y se comió el mundo a modificar todas sus formas de apoyo e, incluso, a cambiar el sentido de las plantillas de sus zapatillas. Después comenzarían aparecer las típicas lesiones de tenis, el hombro, abdominales, musculares, fracturas... Siempre elogió a Roger Federer porque con una hora de entrenamiento tenía suficiente y en cambio él necesitaba más. Y lo mismo pasaba en los partidos. Rafa Nadal se retiró pocas veces un partido. En su carrera hay contabilizados solo 16 abandonos. Desde que se hizo profesional (2001), cuando apenas tenía 15 años, siempre intentó luchar hasta el final.