Alcaraz, como un vendaval

Necesitaba subir el nivel de los partidos anteriores y lo hizo. Ha sacado muy bien, tanto el primer como el segundo servicio, ha hecho pocas pero buenas dejadas y, sobre todo, ha restado mucho mejor. La mayoría de los restos a primer servicio los ha puesto en juego, algunas veces pegando y otras bloqueando la bola. Su resto al segundo servicio ha sido fantástico. Muchas veces apretaba y dominaba el punto, e incluso en otras conseguía restos ganadores que nos levantaban de los asientos.

El apartado físico de el de El Palmar merece también ser destacado. Viene de darse una paliza en Roland Garros, ha jugado varios partidos duros y aún así ha mantenido la frescura todo el torneo. En la final ha estado rapidísimo, se ha anticipado fenomenal y su aceleración en los golpes de fondo y en el saque ha sido brutal.

Todos sabemos que su cabeza es especial. No sigue los cánones establecidos a la hora gestionar las emociones y el resultado, pero su «método natural e intuitivo» es fabuloso.

Como la mayoría de los jugadores españoles Alcaraz se ha criado en tierra batida pero está claro que ha sabido hacer los ajustes necesarios para jugar en hierba «como los ángeles».

Enfrente, Djokovic se ha visto impotente ante el vendaval de tenis del murciano que no le dejaba ni respirar. No podía con los misiles que le venían por todos lados. El serbio pegaba duro pero la bola le volvía más rápida todavía.

Aún así no se rindió y lucho hasta el final, y a punto estuvo de darle un disgusto a Carlitos tras levantarle los 3 Matchballs del décimo juego del tercer set.

No quiero terminar sin reconocer el trabajo del equipo de Alcaraz, encabezado por Juan Carlos Ferrero, que sabe llevarle, sabe entenderle y sabe sacar lo mejor de él sin exprimirle en exceso. Siguiente estación: los Juegos Oímpicos de Paris.