Hemos perdido a Corti y parece algo imposible. Quizá lo sea en realidad. A alguien como él es imposible perderlo, sobre todo si has sido su amigo y compañero, si has pasado tantos años junto a él y nunca has dejado de admirarle. Por este mundo pasamos mucha gente corriente y algunos pocos personajes. Corti era uno de ellos, alguien fuera de los moldes comunes que a tantos nos igualan, una persona verdaderamente especial y única. Inolvidable, por tanto. Ni siquiera a los que le estamos llorando en este momento no es fácil explicar a los demás quién era José Manuel Cortizas Valladares, como algunos solíamos llamarle cuando bromeábamos con él utilizando con solemnidad su nombre completo.

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Así de pronto, se me ocurren algunas palabras y me vienen a la cabeza algunas imágenes. Bondadoso, cascarrabias, temperamental, anárquico, inteligente, apasionado, culto, internacional, libertario, vehemente, vocacional de su trabajo, intransigente con los chapuzas, mediocres y pesados. Y por encima de todo excelente. Excelente padre de June. Las imágenes tienen que ver con que algunos siempre hemos visto a Corti no sólo con la mirada del amigo y el compañero sino como espectadores de su personaje. En un mundo de estrictos ordenanzas, él era un hombre sin horas. O sería mejor decir que sin más horario que el suyo propio, indescifrable, pendiente de algún partido intempestivo, de alguna buena marea para pescar o de un concierto que se ha alargado convenientemente. Nunca dejaremos de pensar -y eso nos hiere el corazón en un día como hoy- que si Corti no está en la Redacción a media tarde no es porque sepamos que él va a su aire y al mar no se le pueden poner puertas, sino porque no va a volver.

Me gustaba observarle también yendo o viniendo de algún lugar lejano, en los últimos años de sus viajes con el Bilbao Basket o Jon Rahm, al que Corti se ha entregado con la voracidad de entrañable Gargantúa con la que se entregaba a las cosas que merecen la pena. Era un hombre de mundo, viajado y políglota, capaz de sentirse bien en cualquier parte donde no hubiera un tonto amargándole. Y me gustaba observarle escribiendo, tranquilo incluso en los momentos de máxima tensión, lanzado a su prosa torrencial, absorto en el teclado, invencible, capaz de abarcarlo todo, el golf, el basket, la Fórmula 1, el motociclismo, incluso de echar un capote al fútbol o soltar una humorada durante el incendio de la hora del cierre con su bella voz de trueno.

Joder, cuánto vamos a echarte de menos, compay.

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