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juan pablo martín
Jueves, 19 de marzo 2020, 04:34
En un deporte tan peculiar como la pelota mano, no basta con la colocación de las protecciones en la superficie de contacto con la bola para evitar las lesiones. Todos los pelotaris realizan un trabajo previo, que les enseñan desde pequeños en los clubes, ... para curtir sus 'herramientas' de forma que puedan aguantar mejor los partidos. En una situación normal, los entrenamientos que realizan a lo largo de la semana les ayudan a mantenerlas endurecidas. Pero incluso así, acuden algunas jornadas más por su cuenta a una cancha para pelotear en los primeros cuadros con el objetivo de que el callo logrado en la piel aguante. Desde la instauración del estado de alarma, esta posibilidad ha desaparecido debido a que las instalaciones están cerradas y se las tienen que ingeniar para tratar de mantener sus manos en el mejor estado posible.
«Si estoy sin golpear una pelota durante cuatro o cinco días tengo comprobado que mis manos se resienten al volver a reanudar la actividad. Incluso si me voy de vacaciones siempre llevo una pelota conmigo y busco una pared en la que poder hacerlo. Es algo primordial para mantenerlas en condiciones» destaca Erik Jaka. Pero el delantero de Lizartza, que estaba jugando las semifinales del Parejas cuando se paró la competición, al igual que el resto de compañeros de ambas promotoras han visto reducidas de la noche a la mañana sus posibilidades de trabajar las manos.
En muchos casos, los garajes se han convertido en sus improvisados frontones en los que poder hacerlo. Necesitan una pared sólida a la que poder golpear y sin molestar a los vecinos. Una pelota 'goxua' -más blanda de la que utilizan habitualmente en los entrenamientos- les sirve. «Para calentar las manos está bien», destaca Danel Elezkano, que extraña no poder acercarse a un frontón. Julen Martija, el zaguero navarro, emplea el desván de su casa porque dispone de una pared resistente. «Otras veces la suelo utilizar cuanto tengo las manos justas para probar con la pelota dura», manifiesta. Otra fórmula es la de golpear una bola más exigente hacia arriba durante diez o quince minutos sin parar. «Habitualmente hago un par de sesiones al día», añade Jaka.
De momento es suficiente, pero como la situación se alargue -y es lo que parece que ocurrirá- la cosa se puede complicar. «Se echan de menos los beneficios que tienen los entrenamientos aunque sea solo con otro compañero». Los aspectos técnicos para pulir los defectos tampoco los pueden trabajar por falta de un entrenador y por los espacios reducidos en los que tienen que hacerlo. Sus rutinas han cambiado de repente. Los protocolos que activaron al empresas en un inicio, que incluían sesiones de frontón con grupos de cuatro, han pasado a la historia.
Lo que sí mantienen a rajatabla son las sesiones físicas. El contacto con sus preparadores es diario y les marcan las pautas por teléfono, el correo electrónico o Whatsapp. «Siempre es mejor acudir a los gimnasios, pero nos amoldamos», apunta el delantero vizcaíno. Muchos de los pelotaris cuentan además con material personal. «Tengo una bicicleta estática que me compré hace un par de años cuando estaba convaleciente de una operación de tobillo, además de algunas pesas y un balón medicinal que en estos momentos me vienen bien», añade Jaka. Elezkano también tiene un espacio en el caserío destinado a este aspecto, «e incluso puedo realizar algunas series porque tengo espacio en una campa que tenemos al lado de casa», concluye.
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