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En Urduliz se abrió la compuerta de la quinta jornada del Parejas. Los pelotazales que se dieron cita en el frontón se volvieron locos, presa del embrujo, la magia y el delirio que provocó Mikel Urutikoetxea. Un delantero que sacó a relucir su casta y dibujó unos tantos preñados de arte y plasticidad.
Junto a Aranguren tuvo enfrente a unos contrarios de gran entidad. Se enfrentaron a Altuna III y Martija. Las apuestas decantadas de salida a favor de sus rivales. Sin embargo, la sabía catedra tuvo que plegar sus vaticinios iniciales y rendirse ante el imparable recital del vizcaíno. Inmenso en ataque. Creativo y letal.
Hubo quienes se restregaban los ojos ante las cifras que reflejaba el marcador final, 22-4 a favor del de Zaratamo. La tarjeta que exhibió fue deslumbrante. 18 tantos finalizados y solamente un error. Para enmarcar. Ganchos, sotamanos, paraditas al txoko, cortadas al ancho y a la pared, dejadas... no dejó nada escondido del amplio repertorio del manual pelotístico.
No recuerdo nunca, y eso que he visualizado muchos miles de partidos, cosa semejante. He visto a grandes maestros, auténticos orfebres de los cuadros alegres, que escondían la pelota donde dormitan las telarañas. Citarlos a todos ellos es imposible. Pero lo de 'Urruti' fue una sinfonía versallesca. Desparramó codicia, ganas, bravura y ganas de airear a los cuatro vientos: ¡Aquí estoy yo!
El partido fue un monólogo del vizcaíno. Desde que se puso la pelota en juego tomó la iniciativa y dejó a sus oponentes en el limbo de los justos hasta llegar a 22. Pero hay un viejo dicho que de debajo del cielo se encuentra el infierno. El pelotari que se quemó por el incendio que provocó Urrutikoextea tiene nombre y apellido, Julen Martija.
Sufrió lo indecible. Un calvario con sus respectivos pasajes. Un tornado de pelotazos. Adoleció de pegada y le puso en bandeja a su rival de los cuadros delanteros pelotas revestidas de caramelo. Y ya se sabe que cuando se entrega pelota a un viejo zorro de la cancha lo que viene después no tiene acuse de recibo.
Altuna, que llegó tras sufrir el mal de manos y un parón de dos semanas, comenzó con su inconfundible estilo rematador. Más tarde se le vio confundido y desaparecido de escena como un alma en pena. En mi opinión, al ver tanta maravilla se acomplejó y buscó sin pudor la cueva para refugiarse. Cuando arrecia la tormenta hay que capear rayos y truenos y ponerse a cubierto. Fue lo que hizo.
Araguren, un chicarrón curtido en el Beotibar, pasó una noche sin agobios y muy cómoda. Jugó por delante de Martija. Una ventaja considerable para un zaguero. Estuvo muy atento, tanto en ataque como en defensa, y se puede otorgar un notable alto a su labor.
Nos alegramos que Mikel Urrutikoetxea haya vuelto del árido desierto que ha tenido que atravesar. Sufrió una huelga, estando en el punto de mira de sus compañeros. Pasó el Covid 19 que minó su moral y su físico. Pero protagonizó el partido de la jornada.
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