Ni Hitchcock lo mejoraría

Sin embargo, como mantenía Ogueta «hay duelos que los carga el diablo». El de Miribilla lo hubiese rubricado el rey del suspense, Alfred Hitchcok. Reino la incertidumbre. El desasosiego. La inquietud. El ambiente se cargó de pura electricidad de la que nadie quedó al margen. Los sabios de las apuestas sufrieron lo que no está escrito, y los pelotazales, emocionados por los acontecimientos.

El encuentro arrancó en una maraña de empates. Se arribó al ecuador (11-12) mandando los azules. No era fácil abstraerse al esfuerzo y la magia que fluía del cuarteto de actores. En los cuadros delanteros, uno y otro, abrían la espita del embrujo. Hechizo. Fue el momento que Unai Laso, con su pegada de derecha y su innato talante para definir puso el marcador a su favor: 11-17.

Todo parecía que estaba visto para sentencia. Pero... llegó la remontada. Jokin y su escudero se pusieron a dos tantos de la victoria (20-17) ante la incredulidad de propios y extraños. Fue en el momento en que ocurrió un improvisado lance.

Al ir a devolver una pelota en medio de la cancha impactaron el amezketarra y su compañero. Martija fue a parar bajo frontis con dolores en el gemelo derecho. Fue asistido por los facultativos y se fue a vestuarios. Se temió por peor. Después de unos minutos eternos, volvió. El duelo finalizó 22-20 favorable a los colorados. La final encerró un mérito excelso para el cuarteto de pelotaris. Respondieron a las expectativas aireadas en un principio y agotaron todas sus reservas físicas. Partido para enmarcar.