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Unai Laso, junto a su padre Txema y su abuela Feli en el frontón Bizkaia. J. P. M.
El hijo finalista de un bilbaíno

El hijo finalista de un bilbaíno

Manomanista ·

Txema Laso, natural del barrio de San Adrián, es el padre de Unai, del que ha recogido la mayor parte de su trayectoria en los frontones

Viernes, 31 de mayo 2024, 01:14

Txema Laso nació en el centro de Bilbao pero se crió en el barrio de San Adrián. Estudió en el colegio Corazón de María donde jugaba a pelota con algunos compañeros y el director, que era navarro. Cuando salía buscaba alguna pared para seguir con un amigo de la cuadrilla. «Pero tengo la frustración de no haberme vestido nunca de blanco porque entonces en la capital vizcaína no había escuelas de pelota», señala. Por motivos laborales terminó en Pamplona. Allí conoció a su mujer y se quedó a vivir. Y fue allí donde nació Unai, que el domingo jugará la final del Manomanista en el frontón Bizkaia, a escasos metros de la casa de su padre, en la que todavía vive su abuela Feli. Cumplirá 90 años el próximo mes de junio y no faltará a la cita que tiene su nieto con la posibilidad de calarse su segunda txapela más grande.

Aunque nunca se ató un 'gerriko' siempre le tiró la pelota y más desde que su hijo comenzó a jugar a los seis años en el frontón de pared libre de Bizkarreta-Gerendiain, pueblo del que procede la familia de su madre. «Como no sabía mucho me leí todos los libros que había, que entonces eran pocos para poder enseñarle», rememora. Años más tarde incluso se hizo el curso de entrenador de la Federación Navarra y de la Española. Todo para tratar de que Unai mejorara en la cancha y completar el desparpajo que derrochó desde pequeño en los distintos clubes en los que estuvo como el Auñamendi, de Espinal, el San Juan, de cerca del barrio pamplonés de Iturrama y el de Huarte.

Porque el delantero destacó en todas las categorías hasta el punto de que a los quince años logró el Campeonato de Navarra de mano a mano y el de parejas junto a Martija, profesional de Aspe, que sirvieron para que Rubén Beloki, entonces intendente de Asegarce –actualmente Baiko–, le ofreciera un precontrato con el que se vinculó a la promotora bilbaína. Fue ahí cuando Txema comenzó a creer que el paso a profesionales de su hijo era factible.

Para entonces ya tenía documentados los partidos que había jugado su hijo, al que seguía a cada frontón. «En la etapa aficionada apuntaba el campeonato que jugaba, el día del encuentro, el resultado y el rival». Con el paso a profesionales incrementó su labor. Tiene registrados los 373 encuentros que ha jugado y a los datos anteriores ha añadido los tantos hechos y perdidos, cómo habían sido y un comentario de pocas líneas de los encuentros. «Empecé a hacerlo para mí, pero ahora ya también es por él. Para que cuando acabe su carrera disponga de toda su vida deportiva. Tengo más de 6.000 fotos clasificadas y los vídeos de todos los encuentros que le han televisado».

El despido y la operación

Han pasado ocho años desde que Unai debutó y muchas cosas desde entonces. Dos de las que tiene marcadas son el despido que sufrió su hijo en 2020 y la operación de cadera a la que se sometió el año pasado. «Lo del despido fue muy duro, quizás peor que la lesión. Porque al principio no sabía si iba a volver. Pero él ha salido más fuerte porque ha habido un grupo de personas, familia y buenos amigos, que le han ayudado», recalca.

El hecho de que haya llegado a la final del Manomanista visto cómo estaba antes del inicio del campeonato «ha sido una sorpresa para él y para nosotros», admite. Pero tras constatar la mejoría que ha experimentado, Txema considera que Unai tiene «un 50% de opciones para hacerse con la txapela. Que pase lo que tenga que pasar, pero que sea un buen partido. Y si gana mucho mejor. Incluso si pierde va a ser la leche», concluye.

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