Elordi, el nuevo referente de la pelota vizcaína: un ejemplo de superación

El de Mallabia ha pasado de ser un bonito pelotari de segunda a tener todos los focos encima en nueve meses, pero detrás de esa explosión hay mucho trabajo en la sombra. Trabajo y fe. Capacidad de superación y confianza. Porque después de estar a punto de tocar fondo y de que su sueño tuviera fecha de caducidad, consiguió rearmarse para salir más fuerte.

Fue el precio a pagar por un debut temprano en el profesionalismo al que llegó verde. Pero las oportunidades en este deporte llegan cuando quieren las empresas y no hay margen de pedir tiempo. Y precisamente el tiempo es el que corre en su contra por la falta de paciencia de los que marcan la reglas. Porque asentarse cuesta, y despuntar, más. Cuando Elordi llegó a segunda, la categoría todavía contaba con curtidos pelotaris que suponían un obstáculo a la vez que el mejor aprendizaje para la mejora. Pero como en todo deporte los resultados mandan. Y la presión por la obligación de tener que avanzar siempre está presente.

Dominarla y constatar sus carencias fue el principio que lo cambió todo para el vizcaíno. Sin el peso mental, el trabajo físico y técnico comenzó a dar mayores frutos. Su rendimiento en la cancha dio un giro a medida que mejoraba en defensa. Las primeras txapelas, aunque fueran de segunda, ratificaron que estaba en el camino correcto y ganado impulso para dar el salto.

No fue fácil porque la competencia en la plantilla de Aspe era muy importante y las plazas para optar a los torneos individuales se cotizaban al alza. Jaka dejó un hueco tras su fichaje por Baiko y la puerta comenzó a abrirse porque Irribarria seguía reñido con el Cuatro y Medio. Ese fue el primer resquicio que aprovechó el de Mallabia para meter el pie hace un par de años. Era la modalidad que mejor se ajustaba a sus características. Entró en la liguilla de cuartos sin hacer mucho ruido y constató cómo se las gastan los que están arriba.

Todavía tuvo que esperar un poco más para ganarse los galones. Tras su buena actuación entonces la motivación aumentó, pero le faltaron partidos de calibre para mantener su evolución, sobre todo durante el verano pasado. La 'jaula' volvió a ser su salvación, y eso que no llegó con buenas sensaciones. Pero aquel primer partido contra Jaka el pasado mes de octubre en Zalla le sirvió para ratificarlas, y fue el trampolín para el tercer puesto final que le permitió ganarse una plaza para el Parejas.

Causó sensación y la empresa apostó por las caras jóvenes en el torneo más exigente. Los problemas que tenía Irribarria en su rodilla derecha, que le retiraron en el mes de febrero, ayudaron a que hubiera más huecos. Zabaleta fue su compañero y formaron la combinación perfecta porque además de amoldarse al juego del navarro supo tirar del carro cuando le correspondía. La txapela fue un merecido premio.

El Manomanista llegó de regalo. Las lesiones de los zagueros le abrieron las puertas. No tenía nada que perder porque su temporada a estas alturas ya era brillante, y llegaba con la confianza por las nubes después de estrenar palmarés en primera. Paso a paso, igual que su trayectoria hasta entonces, ha demostrado que ha llegado para quedarse. Su irrupción ha sido sonada, pero la carga acumulada era importante y ha bastado con activar el detonador en el momento oportuno para que la explosión deje al descubierto un ejemplo de superación.