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Juan Pablo Martín
Lunes, 10 de mayo 2021, 02:16
Danel Elezkano no estuvo solo en la final del Bizkaia. Por supuesto, debido a las restricciones generadas por la pandemia del coronavirus, el recinto de Miribilla vivió el encuentro sin público, sin ese espectacular ambiente que se hubiera generado -y más con la presencia ... de un vizcaíno en la cancha- en los tiempos de normalidad. No obstante, el delantero disfrutó de la jornada y de su 'txapela', arropado por su gente, por todas esas personas que le mostraron su cariño y su apoyo en las horas previas de una final diferente.
¿Se imaginan cómo hubiera estado el frontón Bizkaia en los tiempos prepandemia? ¿Cómo hubiera ardido la grada con 3.000 gargantas volcadas en animar a los cuatro contendientes? Sin duda, Elezkano hubiera capitalizado esos ánimos, los gritos, las consignas a su favor, las pancartas... Como la que lo mostraron los miembros del club de pelota de Dima, su actual lugar de residencia -aunque nació en Zaratamo hace 27 años-, cuando salió de su casa en dirección a Miribilla. No podían pisar el frontón, colocarse en los asientos del Bizkaia, pero nada les impedía, con las consabidas medidas de seguridad -distancia, mascarilla...-, decirle que le apoyaban, que estaban con él.
El campeón, que todavía no lo sabía, se montó en su vehículo, un Mercedes negro, sudadera verde, y se dirigió a Bilbao. Ya quedaba menos. Las horas de espera, la tensión... El partido, el momento del primer saque, se acercaba. Su momento. Y de su compañero Zabaleta. Son apenas 30 kilómetros, alrededor de media hora de trayecto, pero Elezkano quería plantarse en el frontón de Miribilla cuanto antes. Jugar, quitarse los nervios.
Tras un encuentro de muchos quilates, el pelotari de Zaratamo agradeció con una victoria, el apoyo recibido por sus paisanos. Porque nadie se lo quiso perder en Dima. Nadie. Las terrazas se transformaron en gradas improvisadas que en ese arranque también mostraron una pizca de temor por si el partido se escapaba. Pero no ocurrió. Confiaban en Elezkano. En su campeón. En su ídolo. Poco a poco, a base de buen juego, de potencia, con un tremendo y maravilloso partido, el vizcaíno y su compañero sumaron tantos al cartón colorado. Y cada uno de ellos era celebrado en su localidad de 'acogida' con fervor, con devoción, con gritos.
Siempre, eso sí, con la mascarilla colocada, y la separación entre personas que se recomienda para evitar contagios por la Covid-19. Pero la mayor explosión se produjo cuando el tanto 22, el definitivo, el último, se iluminó de rojo. El instante culminante. La pasión desbordada. A pesar de las gradas vacías, Elezkano II no estuvo solo. Su gente le respaldó. También en esa nueva plaza que son las redes sociales. El Parejas es suyo. Y cuando volvió a casa con la txapela se lo pudo agradecer en la plaza de Dima.
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