Cuando un deporte se adentra en los juzgados, malo, muy malo. Por ahora las partes en litigio mantienen sus posturas a cal y canto y no ceden en sus reivindacaciones. Se olvidan de aquel viejo adagio castellano, 'hablando se entiende la gente', y sus mensajes ... chocan frontalmente una y otra vez. Y aunque el desacuerdo entre unos y otros pretenden dulcificarlo, sus mensajes se mantienen inamovibles.
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Me refiero al enfrentamiento abierto entre una mayoría de los pelotaris de Baiko Pilota (Asegarce) que decretaron un paro los fines de semana del 11, 18 y 25 de octubre al considerar que su empresa los zahería de mala manera. Unos y otros han llevado a cabo sus respectivas ruedas de prensa y han vendido sus fundamentos.
La verdad es que la huelga está amparada por el artículo 28 de la Constitución. «Se reconoce el derecho de huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses», dice taxativamente. La huelga es vieja, muy vieja. En el año 1114 a.C. ya hubo un plante de los esclavos de Ranses III que se quejaban del trato vejatorio que les daba el faraón, no les surtían de comida, vestimentas y bebidas y morían como chinches. Esta cita se encontró en un papiro en una de las muchas cuevas de las colinas del Mar Muerto, afirman los egiptólogos.
Ahora estaba en juego la final que había anunciado la Liga de Empresas del Campeonato de Parejas entre Olaizola II y Urrutikoetxea contra Ezkurdia y un Martija que está confinado por el coronavirus. La cita era mañana en el frontón bilbaíno de Miribilla y con todo el aforo vendido (600 entradas) según establece la autoridad sanitaria.
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Sin embargo, el sindicato ELA, en el cual han confiado sus conveniencias los jugadores de pelota que se han insubordinado, habían solicitado al Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, la cancelación cautelar de la final mientras los jueces no se pronunciasen sobre el resultado del partido de la fase de la liguilla de semifinales que debiera haber enfrentado a Agirre-Albisu contra Ezkurdia y Bikuña, y que la Liga dictaminó dar como ganadores (22-0) a favor de los de Aspe por incomparecencia de sus rivales. El requerimiento ha sido aceptado.
Por lo tanto, la final se ha roto como la fábula de la lechera que rompió el cántaro camino del mercado tras imaginar en su mente grandezas ficticias y artificiales. Habrá que aplicarse la moraleja de mi paisano Félix María Samaniego: «No anheles impaciente el bien futuro; mira que ni el presente está seguro». Esa es la realidad.
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Pero hay un hecho latente y palmario. Que a Doña Pelota, entre unos y otros, se le está haciendo un mal irreversible. Habrá un antes y un después. Todo será recordado como el conflicto del año de la pandemia. Aquel principio de antaño que se decía que el frontón era un santuario donde los pelotazales iban a rendir culto a uno de los deportes más univesales ha muerto. ¿Habrán matado la gallina de los huevos de oro? Vaya usted a saber.
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