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Todo en la vida tiene un principio y un fin. Es una ley inmutable. Para un deportista como Olaizola, que ascendió al Olimpo, es muy duro decir adiós. Le ha llegado la hora de colgar el gerriko. La faja que desde muy niño se ciñó ... en su cintura. Era su gran pasión: la pelota. Con ella creció y se hizo hombre. Muchos años soñando y rumiando el partido de mañana. Horas y horas haciendo tacos en vestuarios y miles de conversaciones.
Aimar, al que yo bauticé como el becadero por su fervor por la caza de la perdiz, se va con la cabeza alta, muy alta. Sus logros, 14 txapelas, le hacen pasar con letras de oro al gran libro de la pelota. Entre las leyendas de la reina de las modalidades de la pelota vasca.
Parece que fue ayer cuando le vi debutar en el frontón de Lekunberri. Era un 12 de octubre de 1998. Llegó precedido de una enorme aureola. Los santones del sanedrín ya pronosticaban que clavaría muchos mojones de gloria. Apareció en la cancha con una abundante cabellera, desaliñada, y a no mucho tardar dejó impreso que su juego almacenaba muchos quilates.
Su gancho ha sido uno de los mejores legados. Ha sido uno de los pelotaris que más tantos ha sumado con esa jugada. Siempre a escasos milímetros de la chapa y rozando la raya de la contracancha. En el peloteo era incansable. No daba una por perdida y en su comportamiento primaba defender el tanto con uñas y dientes. En el Cuatro y Medio, o la 'jaula' -como le llamaba Ogueta- creó escuela. Siete txapelas en su haber. Ahí deja el listón. Alto, muy alto. Un récord que costará batir. Con ambas manos, especialmente la izquierda, buscaba todos los ángulos con la maestría de un delineante.
En el Manomanista quedarán para el recuerdo las finales con Martínez de Irujo. Partidos inolvidables. En el Parejas, no siempre llevando un guardaespaldas solvente, logró tres entorchados. A pesar de la descompensación en la zaga siempre dio la cara.
Es hora del descanso del guerrero, como hacía Ulises. Aunque todos sabemos que proseguirá unido a la pelota. Ha sido el gran depredador de la 'jaula'. Nunca hubo otro como él.
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