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Juan Pablo Martín
Lunes, 30 de noviembre 2020, 00:49
Ha brillado en el Manomanista de la pandemia. El más exigente por carecer de descansos y porque la reducción del número de protagonistas obligó más a los que comenzaron desde más abajo. Como Jaka. El de Lizartza ha ganado un campeonato que estuvo a ... punto de no disputar porque, tras caer eliminado de en las semifinales del Parejas su cuerpo comenzó a dar síntomas de debilidad y le puso en la cuerda floja. Pero resurgió en el último momento y a base de carácter fue a más.
Los golpes recibidos a lo largo de su trayectoria le han enseñado a levantarse. El de Lizartza ha sido un delantero de cocción lenta. En el campo aficionado jugó de zaguero por su corpulencia, pero decidió cambiar de posición cuando ya no marcaba diferencias y el paso de una posición a otra tiene su peaje. Su peligroso juego de aire siempre ha estado ahí, pero tuvo que pulir otras carencias, sobre todo defensivas en el ancho, porque desde los cuaros largos la exigencia es menor en ese sentido. Y ha sido a base de trabajo como ha llegado hasta la cúspide. En el camino ha sufrido tropezones que han ralentizado su llegada y la irrupción de otros compañeros más jóvenes tampoco le facilitaron las cosas, pero el de Lizartza ha creído en sus posibilidades y ha sabido explotarlas.
A lo largo de los últimos años empezó a dar signos de mejoría y a limar los defectos como la irregularidad. En el Cuatro y Medio empezó a mostrar su signos de identidad y se ganó un puesto para el Parejas a pesar de la competencia existente en Aspe.
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