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Los pelotazales están con Altuna III, pero más aún desde el memorable partido que llevó a cabo ante Ezkurdia el pasado 30 de octubre en la bombonera del Labrit de Pamplona. En una de las exhibiciones jamás vista en esta competición, tanto en la prehistoria ... como en la era moderna, dejó en diez tantos a su rival. Fue lo nunca visto. No falló una sola pelota. Mejor imposible. Armó el alboroto.
La cátedra, de la que forman parte esos hombres que rinden pleitesía a Don Dinero, también se han rendido al delantero amezketarra. Un hecho que viene repitiéndose a lo largo del tiempo. A los campeones, un respeto. Sin ponerse la pelota en juego se cantaban ayer las apuestas, doble a sencillo, por el color rojo de su 'gerriko'. Las gradas del frontón Bizkaia lucían sus mejores galas.
Su rival, Unai Laso. Hace un año se movía en la cuerda floja. Estuvo sin contrato y deambulando por el frontón de la nada. Un contestario. Rebelde. Valiente. Bravo. Incansable. Se va al remate como un misil. Amplio su repertorio. Su mejor versión, la paradita al 'txoko'. Los ganchos los suele poner en práctica desde cualquier distancia. Suelen ser sesgados y afilados. Los dos paredes, gloria bendita.
La final fue un cara y cruz. Este tipo de duelos arrastran en sus entresijos un cúmulo de sensaciones muy complejas para gestionar. Nervios. Presión, ansiedad, prisas y hasta un dolor de tripas indescriptible. Ambos contendientes dieron la impresión que les quemaba la pelota entre sus manos. Un hecho irrefutable es que disputaron los tantos a una velocidad sideral.
A este mareante ritmo es muy difícil moverse en la cristalina cancha del frontón de Bilbao. La pelota coge una resbalada exagerada y controlarla es un auténtico milagro. En un combate de boxeo el juez probablemente hubiese decretado una victoria de Laso a los puntos. Sin embargo, el tanto decisivo cayó de lado del tricampeón de la jaula porque en la recta final tiró de oficio, 20-22.
Jokin Altuna ya tiene guardadas en sus vitrinas de Amezketa tres txapelas del Torneo del Cuatro y Medio, que no es moco de pavo a sus 25 años. En su horizonte se le augura un gran recorrido para asomarse al balcón del Olimpo. El tiempo lo dirá. De momento es uno de esos pelotaris que destila un enorme caudal de recursos. Además, tiene embelesados a la gran mayoría de aficionados a este deporte.
Estos partidos como el de ayer son los que hacen afición. Para que sirvan de recuerdo a las nuevas promesas, aquellos que pululan por el campo aficionado dando pelotazos un día si y otro también, y a esos pelotazales, llegados a los frontones recientemente, que aplauden hasta las escapadas, pero que son parte consustancial para que este juego prosiga en el devenir del tiempo.
Nos hemos adentrado en una nueva era. Una floreciente generación de pelotaris ha llegado a los frontones. En este estrenado milenio se fueron dos ilustres que marcaron grandes diferencias e impregnaron de fragancias las canchas, Juan Martínez de Irujo y Aimar Olaizola. Antes desaparecieron otros, Retegui II, Galarza III, Beloki, Arretxe...
Es la vida. Su inmutable ley que no perdona.
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