Hay sagas que han dejado una profunda huella en el gran libro de la pelota. A lo largo de la historia se cuentan muchas cuyos apellido evocan todos aquellos pelotazales del ayer. Campeones legendarios y que tejieron una vasta leyenda. Si la memoria me es ... fiel, creo que las más fecunda es la de los Atano de Azkoitia. El III fue grande entre los grandes.

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Esta opinión viene cimentada por la actuación que tuvo en la pasada jornada del Parejas Bengoetxea VI. Cuando se presentó la competición en la antesala del invierno su nombre no constaba entre los participantes. Su empresa lo relegó a la suplencia. Las lenguas viperinas lanzaron a los cuatro vientos que su exclusión era debida a toda una represalia de sus técnicos por su díscolo comportamiento dentro y fuera de la cancha.

La verdad es que no es un angelito. Desayuna en el infierno y horas más tarde almuerza en el purgatorio. Yo le llamo un rebelde sin causa. Sin embargo, cuando se viste de blanco es capaz de llenar la cancha de ricas fragancias. Pertenece a la vieja escuela de pelotaris donde se aprende que a la pelota hay que esconderla y mimarla con un cariño excelso, cosa que hoy no se estila.

Aconteció el pasado sábado en el frontón de Markina. Junto a Aranguren, un zaguero grandullón, doblaron contra pronóstico en el marcador (22-11) a Urrutikoetxea e Imaz. El delantero de Leitza firmó unos tantos de ensueño viniendo a demostrar que la pelota mano también tiene duendecillos a los que hay que saber despertar.

Rubricó unas paraditas al 'txoko', las cuales no botó la pelota, de gran estética y belleza. Pero lo que más me gustaron de su denso repertorio fueron tres descolgadas de zurda al ancho, largas y a las inmediaciones del cuadro cuatro, que dejaron a sus rivales atónitos, sin capacidad de respuesta. Eso se llama arte pelotístico. Listeza, pillería y ratonería. Llámenle como ustedes quieran.

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Oiñatz Bengoetxea es el VI de una saga con pedrigí de la modalidad de mano. En su familia, sus tíos Juan Mari y Miguel alumbraron el circuito pelotístico con una luz resplandeciente. El primero, el III palos, fue bautizado como el voleísta de Leitza, proclamándose campeon del Manomanista en los años 78 y 79 del pasado siglo.

Una eliminatoria que disputó en el Labrit frente a Juan Ignacio Retegui. Fue uno de esos partidos que tengo subrayado con letras rojas en mi particular calendario de las andanzas vividas por los frontones. Mantuvieron un duelo, donde imperó la volea, que hizo saltar chispas en la bombonera pamplonesa. Para que luego digan que antaño no se le imprimia velocidad a la pelota.

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Miguel Bengoetxea subió a lo más alto del podio del Parejas en 1982 y 1983. En el primer año superó (22-11) con Maiz II a Ariño IV y Gosroztiza. Al siguiente también respaldado por el 'gigante' de Aranaz se impusieron (22-17) a Oreja III y Aldazabal II. Cuatro décadas después un sobrino, el VI de la saga, mantiene encendida la antorcha familiar.

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