Bengoetxea VI se despidió con el frontón en pie. igor Martín

Bengoetxea VI se despide a lo grande de Vitoria

«Ha sido un placer jugar aquí bajo la mirada de don José Mari -Ogueta-», destaca el delantero de Leitza tras su triunfo

j. p. m.

Lunes, 17 de enero 2022, 01:26

Oinatz Bengoetxea se despidió ayer del frontón Ogueta a lo grande. Los 821 aficionados que asistieron al encuentro se rindieron ante la magia que ha desplegado el delantero navarro tanto ayer como en los numerosos encuentros que ha disputado en la mítica cancha alavesa. El ... navarro tiene una especial conexión con este frontón «duro, que siempre llevaré en el corazón», y que la obligado a emplearse al máximo. El mismo que también le ha dado muchas alegrías.

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Sin ir más lejos, fue el escenario en el que consiguió la txapela dentro del Cuatro y Medio en 2016. Por eso, cuando se dirigió a los aficionados una vez finalizado el encuentro tras recibir un pequeño obsequio del Ayuntamiento de Vitoria, tuvo palabras de agradecimiento. «Ha sido un placer jugar aquí bajo la mirada de don José Mari -Ogueta-», señaló en referencia al gran pelotari alavés, uno de los mejores de todos los tiempos. «Los partidos de mi vida los he jugado aquí. Espero que sigáis disfrutando de la pelota», añadió. Y para que puedan hacerlo, el delantero no quiso olvidarse de Iker Larrazabal, la esperanza del territorio en el profesionalismo.

Último triunfo

Antes, había ganado su último partido en compañía de Aretxabaleta, algo que siempre gusta en las despedidas. Superaron (22-18) a Peio Etxeberria y Ladis Galarza en un enfrentamiento duro -568 pelotazos en cerca de hora y cuarto- en el que tuvieron que emplearse a fondo. Les tocó ir a remolque por un efervescente arranque del delantero de Zenotz, pero consiguieron que las aguas volvieran a su cauce a base de trabajo. La solidez del zaguero de Markina tuvo premio, mientras que Bengoetxea VI consiguió enredar como le gusta en los cuadros alegres.

Tras siete empates, el último a 18, los colorados llegaron algo más enteros al momento determinante del enfrentamiento, y el de Leitza se marcó un par de dos paredes consecutivos con los que puso la guinda a la contienda y a su adiós.

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