La tarde anunciaba el preludio del otoño en Vitoria. Una nueva estación reflejada en las multicolores hojas de los árboles de la explanada de Mendizorroza. Aunque, es cierto, la final del Master Caixa Bank vino a reverdecer en la tarde de ayer aquellos tiempos pasados ... de éxtasis que difícilmente volverán.
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El partido principal del cartel era de auténtico lujo. Olaizola II, que resiste el paso del tiempo, y Zabaleta contra Elezkano II y Mariezkurrena, ungido por los técnicos como el zaguero del futuro. Está en boca de todos.
Es fácil sin ponerse la pelota en juego orientar los pronósticos hacia uno de los lados. Sobre el papel había una clara supremacía de los zagueros sobre los delanteros. Zabaleta, quien es considerado como el gran cacique de la zaga, es la derecha más explosiva del profesionalismo. Una pegada descomunal. Mariezkurrena, aún en fase de maduración, es de toque eléctrico. De su dominio iba a depender la suerte de sus delanteros.
Los corredores de apuestas se decantaron de salida 100 a 40 euros a favor de Olaizola II y Zabaleta. Como decía Quevedo, «poderoso caballero es Don Dinero». No es que la pasta ayude a ganar los partidos, pero origina unas certezas que más tarde se cumplen sobre la cancha. Ganaron los favoritos, 22-10. Quién sino.
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Para mí lo más importante de esta final vivida ayer es que Olaizola II, que la semana pasada anunció su retirada de la mano profesional para el próximo mes de noviembre, resiste el paso del tiempo con una gran dignidad y profesionalidad. Su zurda sigue teniendo la luminosidad de siempre y lee la partitura de los partidos a la perfección. El último tanto lo cerró con un gancho sesgado a las inmediaciones de la contracancha.
Pero hay que rendirse a la evidencia. El que desequilibró el fiel de la balanza fue Zabaleta. Sus pelotazos discurren en otra dimensión, en esta época donde la nómina de pelotaris es raquítica. Sus latigazos a los cuadros largos del frontón resultan inalcanzables para cualquiera. Además, al César lo que es del César. El becadero de Goizueta recientemente declaró: «Formando pareja con el de Etxarren podría continuar en activo unos cuantos años más».
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Elezkano tuvo que desempeñar el angustioso papel de Don Tancredo. Se pasó la tarde en Vitoria viendo cómo la pelota volaba por encima de su cabeza. Y en situaciones tan adversas como le tocó vivir en el corto de Mendizorroza poco o nada se puede hacer. La autoridad que ejerció su rival atrás fue incontestable. Respecto a Mariezkurrena, estuvo de recadista. Aturdido y lejos del frontis. Para terminar, en las gradas hubo ruido, demasiado. Es la pelota moderna que nos han dado. No hay otra.
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