Con escapes casi libres liberando la presión ejercida en el interior de motores con cantidades industriales de caballos parece imposible no percatarse del soundtrack de una carrera de coches. Los miles de aficionados que se concentran en el perímetro del circuito amortiguan como ni se ... imaginan ese derroche de decibelios. Son un filtro que resta volumen y matices. Pero con las gradas vacías todo cambia. Si en el regreso de la Bundesliga llamó la atención que se escuchaba hasta el jadeo de los jugadores, en torno a un óvalo suenan corazones mecánicos al límite del infarto, de dejar escapar a través del capó los pistones. Chirrían las carrocerías afilando su lateral derecho contra un muro de hormigón que supone la entrada al averno. Y cuando se supera el límite y hay impacto, es toda una sinfonía de metales.
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Fue, para el espectador ajeno a las versiones americanas sobre ruedas, lo más atractivo del regreso de la NASCAR en la noche española de ayer. Sucedió en Carolina del Sur, en el Darlington Raceway donde el 'pace car' liberó a una jauría de 40 coches derivados de serie para que durante 293 vueltas consumieran 644 kilómetros en tres horas y media, que es lo que necesitó Kevin Harvick para embolsarse su victoria número 50 en las Cup Series de la especialidad. Siguiendo las cámaras 'on board' a gusto de consumidor el aficionado se adentro en otra dimensión, con un escenario tridimensional en el que el piloto realiza un esfuerzo sobrehumano a nivel visual y de extrema atención. Sus ojos giran a la velocidad de los malabares oculares de la Montiel. Una décima de duda es un centímetro más cerca de otro competidor o del muro.
No fue una carrera con muchos incidentes. Sólo 10 banderas amarillas (cautions), tres pit-stops, con seis líderes diferentes y diez cambios en la primera plaza. Los narradores y analistas de la FOX sonaban casi a juego virtual, perfectamente inmersos en la nueva dimensión de estas carreras que hasta que las gradas no se repoblen serán para ver y oír. Desde el percance que sufrió Ricky Stenhouse en la primera vuelta a los de Jimmie Johnson cuando era líder en el giro 90 tras tocarse con Buescher y acabar en el muro, lo mismo que le sucedió a William Byron el a vuelta 171 reduciendo su vehículo por aplastamiento contra el hormigón. Sensaciones a borbotones siguiendo las estelas de colores de los coches en contraste con el fondo de las hileras vacías de asientos.
Que los pilotos se lo tomaron con ganas dos meses después lo confirma el Top5 que alimentó la primera mitad de la carrera formado por cinco excampeones de las Cup Series NASCAR: Harvick, Keselowski, Truex jr, Logano y Busch. Pero si la jornada fue especial para uno de los 40 pilotos hay que referirse a Ryan Newman. El de Indiana gastó más de un comodín en febrero en un accidente brutal en Daytona que se convirtió en viral. Chocó contra el muro tras tocarse con dos competidores, su bólido regreso a la pista y fue embestido por el de Corey LaJoie, recibiendo todo el impacto el lateral del conductor.
Perdió el conocimiento, fue trasladado al hospital donde se le indujo un coma y su primer recuerdo es el abrazo a sus hijas cuando le dieron el alta. Golpes, contusiones y dolores varios, nada grave. «Cada elemento de seguridad hizo su trabajo», recordaba. Incluido uno bautizado como 'Newman Bar' activado por la NASCAR tras otro percance que sufrió en 2012 chocando con Kurt Busch. Newman corrió esta jornada sin problemas y se clasificó decimoquinto.
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El triunfo contó con seis candidatos que entraron separados por menos de cinco segundos tras el crono final de 3h30'34 de Kevin Harvick (Ford), que se embolsó su victoria 50 en la categoría y se convierte en el cuarto ganador distinto de carreras en las Cup Series 2020. Tras él llegaron Bowman, Busch y Elliot (Chevrolet) y los Toyota de Hamlin y Truex jr. En este certamen no hay protocolo de podio. Cuando cruzó la meta dio rienda suelta a su tensión gritando mientras enfiló el camino de los garajes, ayer limitado su personal de equipo a un tercio de lo habitual para maniobras que incluyen cambio de neumáticos y repostaje.
Ofreció unos 'donuts' quemando gomas, salió del habitáculo por la ventanilla y atendió un par de preguntas para televisión ante un operador de cámara y pertiguista protegidos por bandanas en la boca. Recibió como recuerdo la bandera a cuadros y posó después con su trofeo ante el coche y ya protegido con una mascarilla negra. Otro deporte que pasa el examen con nota.
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