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A falta de cuatro carreras para despedir la temporada Max Verstappen ha alcanzado su segundo título mundial de Fórmula 1 en Japón en un domingo de riesgo por la lluvia intensa y las condiciones de la pista, bandera roja incluida y la carrera paralizada durante ... más de dos horas. Verstappen, que ganó el gran premio nipón recortado a treinta y cinco minutos y 28 vueltas, se ha alzado como campeón de F1 con una autoridad incontestable. Y, en esta última cita, lo ha hecho con suspense porque ha habido que esperar a la decisión de los jueces, que han relegado a Leclerc a la tercera plaza, para que pudiera cantar el alirón tras una jornada caótica en todos los sentidos.
El diamante holandés ha limitado a sus rivales al mero papel de comparsas según ha ido avanzando el curso, pero no ha estado solo en este logro y la escudería Red Bull ha funcionado como un reloj. Con Mercedes -antaño el más fiero rival- perdido en veleidades técnicas los de Milton Keynes han ido superándose hasta dominar la parrilla a su antojo.
El RB 18 no fue el mejor coche al estrenarse el campeonato y necesitó de varias carreras para ponerse a punto ¿lo recuerdan? Pero la sensación desde un principio era que lo suyo no pasaba de una falta de acoplamiento, de conjuntar todos los nuevos elementos que lo formaban. Aunque parezca lejano en el tiempo hubo circuitos en los que Ferrari brilló al punto de considerarse a sí mismo favorito, hasta que la cruda realidad acabó por imponerse. Los italianos se diluyeron de manera lamentable y Red Bull no ha dejado de evolucionar el monoplaza con la solvencia suficiente como para considerar que su superioridad pudiera prolongarse hasta la aparición de un nuevo reglamento técnico allá por 2026. En tal caso no resultaría descabellado aventurar una concatenación de títulos similar a la habida entre 2010 y 2013 pero con Verstappen pulverizando los récords que entonces estableció Vettel.
El holandés lidera en todos los frentes a los energéticos, busca la perfección y según dice ya no le sirve sólo con ganar. Gobierna sobre el asfalto con puño de hierro y lejos de él su figura pública se agranda. Ha alcanzado en su país tanta relevancia como para compararle con el fenómeno sociológico que supuso Fernando Alonso en la España de hace veinte años. Por aquel entonces el ovetense era el primer piloto nacional que ganaba una carrera de F-1 y el campeonato. En el caso de Max también ha sido el primer neerlandés en alcanzar ambos honores y su popularidad se ha multiplicado. En los Países Bajos florecen las pistas de karts y han aparecido no pocos emuladores del campeón ¿les suena? El volumen de compromisos de su agenda alcanza tal calibre que su gestión se ha encomendado a una agencia especializada que trabaja bajo la supervisión de su padre Jos.
Ahora que Madrid se postula para organizar un gran premio de Fórmula 1 parece evidente que Zandvoort no habría vuelto a acoger al Gran Circo sin la aparición de Verstappen. Allí incluso la familia real holandesa apostó fuerte por recuperar su gran premio y al día de hoy controla la sociedad que gestiona la carrera, reportando pingües beneficios. El nuevo enfant terrible del Gran Circo ya es un adulto que acumula títulos, que afronta un ciclo victorioso en Red Bull y que gestiona un importante patrimonio. Dicen quienes trabajan con él que además tiene el talento suficiente para interaccionar a la perfección con sus técnicos, siendo capaz de motivar a su gente para extraer lo mejor del coche.
Por su parte Christian Horner -máximo responsable de la escudería- ha cumplido 18 años al frente de Red Bull Racing y nada indica que acuse el desgaste propio del puesto. Más bien al contrario, el modo en que ha ido estructurando la escudería con el paso de los años hace pensar en que están sentadas unas bases sólidas para que Red Bull siga dominando la Fórmula 1. Sus nuevas divisiones de motores y componentes de rodaje marcan el camino a seguir en el futuro del Gran Circo, con un proceso de montaje del coche similar al de una cadena de producción en la que proveedores exteriores suministran el componente en el momento preciso para su montaje. La diferencia estriba en que en este caso los proveedores son divisiones de la escudería que trabajan de manera independiente, aunque Horner sea el cerebro que encaja todas las piezas de un puzzle victorioso. No parece por tanto aventurado afirmar que en Verstappen y Red Bull hay campeones para años.
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