juan carlos otaduy
Lunes, 13 de diciembre 2021, 18:20
Si el domingo estuvieron ustedes entre los privilegiados que asistimos al desenlace de la temporada 2021 de Fórmula 1 den por hecho que pasarán muchos años hasta que vivamos algo parecido. ¿Qué más se le puede pedir a un espectáculo deportivo? Emoción a raudales, incertidumbre, ... polémica y finalmente deportividad entre los contendientes. Lo tuvo todo el Gran Premio de Abu Dhabi, que no terminó cuando bajó la bandera a cuadros sino cinco horas más tarde en el paddock de Yas Marina.
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Pero vayamos por partes porque la arrancada ya estuvo sembrada de polémica. La trayectoria rectilínea con la que Lewis Hamilton resolvió el acoso de Max Verstappen en la primera vuelta no fue objeto de análisis para los comisarios, lo que dejó estupefactos a los sesudos analistas del Gran Circo que no portan pasaporte británico y ya empezaban a ver fantasmas. El asunto cayó como un jarro de agua fría entre las huestes de Red Bull, sabedores de que en cualquier otra cita del Mundial la excursión por los arcenes para sacar ventaja habría supuesto tener que ceder la posición al rival. No se habían recorrido ni seis kilómetros y a Verstappen se le había venido abajo el planteamiento de carrera, tocaba remontar y escudriñar rápidamente una nueva estrategia de máximo riesgo para tratar de adelantar al coche más rápido del campeonato, el que conducía su más directo rival.
En otras circunstancias la empresa habría resultado inabarcable, pero estando un campeonato en juego a los energéticos les pareció simplemente hercúlea y se pusieron a ello porque en aquel momento no tenían ya nada que perder. El primer cabo que debían atar era mantener controlado el carácter impulsivo de su pupilo y en ello se volcó el ingeniero de carrera a través de la radio, durante las vueltas que tardó el holandés en concentrarse en el fragor del gran premio. Para ello fue decisiva la colaboración de un Sergio Pérez que en Abu Dhabi se ganó la renovación, si no la tenía ya apalabrada. El azteca se vio en cabeza tras la primera parada de los favoritos, y cuando Hamilton le dio caza defendió con uñas y dientes la posición hasta reducir a la mínima expresión la desventaja de Verstappen. Lo que estaba perdido volvió a parecer difícil pero no imposible y los técnicos de Red Bull acometieron el siguiente desafío de la tarde. Su piloto tenia un caprichoso catálogo de ruedas disponibles para la carrera compuesto sólamente por juegos nuevos de neumáticos duros y blandos. Sin ruedas intermedias estaban abocados a llevar una estrategia diametralmente opuesta a la de Mercedes, y ahí comenzó a fraguarse su éxito.
Asumieron que al menos iban a para dos veces cuando Hamilton sólo lo haría una pero no tenían otra opción. Montaron por segunda vez las mismas gomas que llevaba el inglés y estas completamente nuevas trataron de darle alcance, aunque el tráfico de doblados en pista dificultó mucho el empeño. Hasta que primero un virtual safety car y después uno real pusieron la carrera patas arriba. En los años que lleva el Gran Circo visitando Abu Dhabi la presencia del coche de seguridad había sido testimonial, pero el domingo nadie quería perderse la cita y hasta el SC exigió su cuota de protagonismo. Llegó esa neutralización cuando ya nadie la esperaba y los energéticos reaccionaron parando a su hombre inmediatamente para montarle otras ruedas nuevas pero del compuesto más blando, el que le permitiría atacar como un poseso a Hamilton si la carrera volvía a relanzarse. Era una moneda al aire, una estrategia desesperada, pero a Mercedes no le quedaba más opción que abandonar a Hamilton a su suerte dejándole en pista con las ruedas duras y desgastadas que habían soportado el peso de la carrera porque un paso por boxes le haría perder el liderazgo sin remisión.
El resto es historia y ya estará en las imprentas formando parte del anuario 2021 de la Fórmula 1. Una penúltima vuelta caótica porque varios doblados impedían el cuerpo a cuerpo entre los contendientes y la dirección de carrera los quitó de en medio con escaso rigor. A partir de ahí el éxtasis, un minuto y medio de automovilismo sublime protagonizado por dos fueras de serie que echaron el resto en pos del título. Ganó Max Verstappen y fue justo su triunfo, como lo habría sido el de Lewis Hamilton. Después de los más de seis mil kilómetros que han estado compitiendo durante el año cuesta creer que el ganador no lo haya sido con justicia, aunque el triunfo tardó en confirmarse.
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Mientras Hamilton mostraba su categoría como deportista felicitando al nuevo campeón y este subía al pódium acompañados ambos por un Carlos Sainz que estuvo magnífico los de Mercedes llamaban a capítulo al abogado que habían desplazado al circuito y le encargaban dos recursos inmediatos. Uno de ellos pedía que se anulase la última vuelta de carrera porque en su opinión los doblados que viajaban entre los contendientes no fueron retirados de su posición como indica el reglamento, y ciertamente el proceso fue de todo menos ortodoxo. El otro recurso exigía a los comisarios de carrera que revisaran las maniobras de Verstappen mientras seguía al coche de seguridad porque habría rebasado a Hamilton, lo que está terminantemente prohibido y supone una sanción.
La que se organizó en el paddock de Yas Marina fue de órdago a la grande. Se llamó a capítulo a los responsables de Red Bull y Mercedes, que fueron increpados por haber desplazado un letrado a la carrera. Lo cierto es que las comunicaciones entre las escuderías y la dirección de carrera -que para el público televisivo están filtradas- ya habían permitido escuchar a Toto Wolff presionando a Michael Masi desde el inicio del gran premio. Flaco favor para la imagen de una multinacional como Mercedes, aunque no fue posible escuchar los exabruptos que el muro de Red Bull dedicaría al director de carrera cuando decidió no investigar siquiera la maniobra irregular de Hamilton en la primera vuelta. La noche cerrada cayó sobre Abu Dhabi y los hombres de Red Bull aguardaban impacentes a poder celebrar su triunfo. El ambiente festivo se contuvo mientras los comisarios escuchaban a las partes, los indignados de Mercedes explicando sus argumentos y los de Red Bull defendiendo la inocencia de su piloto mientras portaban unas camisetas que ya le proclamaban campeón. La trama duró unas horas en las que cada cual aprovechó para vender su discurso a los afines con el fin de seguir presionando a los jueces, hasta que finalmente se confirmó a Max Verstappen como nuevo campeón del mundo. El champán sí corrió entonces en abundancia por el garaje de Red Bull, como merecía la ocasión. Al tiempo que Lewis Hamilton reconocía de nuevo los méritos del campeón los jerifaltes de Mercedes se desmarcaban anunciando la presentación de nuevos recursos ante la FIA, aunque en el padock de Yas Marina a nadie parecían importarle ya unas pataletas que difícilmente tendrán recorrido.
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Visto lo visto en Abu Dhabi no hay duda de que hemos dado carpetazo a la que sin duda puede considerarse la mejor temporada que haya vivido la Fórmula 1 en sus setenta y un años de historia. El guión que ha seguido el último capítulo ha derrochado suspense, ha encumbrado a sus protagonistas y ha superado todas las tramas imaginables. De haber sido realmente cinematográfico merecería un aluvión de Oscars. Descanso activo es lo que espera ahora a los pilotos y trabajo ingente el que tienen por delante los técnicos para poner a punto los monoplazas que se presentarán en febrero. Darán pie a una nueva era que se nos anuncia tremendamente competida, aunque igualar al menos lo vivido ya sería como soñar despiertos.
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