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Titulábamos hace siete días en estas líneas que Fernando Alonso había firmado una carrera épica en Zandvoort, una actuación similar a la completada ayer por Carlos Sainz en Monza. Que Sainz no goza del favoritismo de la Ferrari lo sabe todo el mundo porque le ... ha correspondido el papel de segundo piloto en una escudería que sólo se vuelca con los elegidos y guarda para sus segundones el papel de meros comparsas. Carlos está completando su tercera temporada en Maranello, la penúltima de su trayectoria vestido del rojo ferrarista. Durante el año de su estreno ya hizo morder el polvo a un acomodado Charles Leclerc que espoleado por su círculo más cercano recuperó el liderazgo del Cavallino durante el curso pasado. Sin embargo las tornas han vuelto a girarse este año y el madrileño está haciendo morder el polvo a un monegasco más ocupado por aclarar su futuro profesional que en extraer la esencia de un monoplaza que se las trae.
Cuando el viernes quien suscribe repasaba el vídeo de celebración que las redes ferraristas habían hecho público con motivo del cumpleaños de Sainz le quedaba un regusto amargo al contemplar las bromas que Vasseur -el nombrado director del equipo- gastaba a su pupilo, al nombrado segundo de sus pilotos. Vasseur es uno de esos tipos rudos que pueblan la Fórmula 1, alguien a quien es mejor caerle bien desde un principio porque en caso contrario puede resultar bastante cansino. No se le conocerá por su simpatía ni su don de gentes pero sí por su agilidad para ir dejando cadáveres deportivos a su paso. El de Carlos Sainz es uno de ellos y la familia del piloto madrileño ya ha tomado la decisión de negociar el futuro de Carlos lejos de Maranello, de dejarse querer por una Audi en la que el apellido Sainz se escribe con mayúsculas.
Carlos cumplió veintinueve años el viernes, ha ganado un gran premio de F-1 y ha alcanzado dos poles. Pilota un coche ramplón y asume cada día la responsabilidad que supone estar contratado por la Scuderia Ferrari, cumple con su trabajo sin mácula y soporta el sanbenito del mal fario que ha perseguido tanto a su padre como a él mismo. A Carlos le ha tocado compartir parrilla con Alonso, aliado y mentor en su momento y feroz competidor hoy en día. De Alonso decía en Monza Jenson Button que si todos los coches fuesen iguales y todos los cascos del mismo color la única persona que se distinguiría en términos de conducción sería Fernando. Con semejante piedra de toque hay que reconocerle a Sainz que no lo está teniendo sencillo a su paso por el Gran Circo, ni en términos meramente deportivos ni en cuanto al carisma de cada cual.
En cualquier caso hay que reconocerle también a los Sainz que son gente que se crece ante las adversidades y forman piña en cuanto uno de ellos se ve en apuros. Carlos Sainz jr no es un fuera de serie en pista como Alonso ni tiene la categoría como piloto que ha derrochado su padre, pero le sobra talento para liderar una Ferrari tan vulgar como la actual y convertirse en el líder que Audi necesita para poner patas arriba la Fórmula 1 a partir de 2026. Para comprobarlo basta con ver su carrerón de ayer y el fin de semana que contra propios y extraños ha completado en Monza.
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