juan carlos otaduy
Jueves, 24 de marzo 2022, 20:03
Terminó el campeonato de 2021 deslumbrando, con un podio en la memorable carrera de Bahrein. Escoltó a las estrellas que se disputaron el título y pudo haberle puesto aún más picante a la vuelta final de haberse desdoblado como era reglamentario. Carlos Sainz despidió la ... campaña pasada con un sobresaliente después de haber mostrado su valía y haber superado incluso a su jefe de filas en el año de su llegada a Maranello. Todo un logro, porque encajar entre las huestes del Cavallino tiene su aquél y no pocos han fracasado en el intento.
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Sin embargo todo es efímero en la Fórmula 1 y el madrileño ha visto redoblada la exigencia para el nuevo curso, ahora que Ferrari ha puesto en sus manos un coche ganador. Sabido es que en el Gran Circo tu mayor rival siempre es tu compañero de garaje, ese competidor que debe desarrollar el monoplaza compartiendo contigo la información, el mismo que tratará de guardarse un detalle que a la postre le aporte un par de décimas. El compañero de garaje de Sainz es un piloto formado en la cantera ferrarista, al que al igual que a Sainz la casta le viene de raza. Su padre corrió en circuitos y fue un pilar fundamental para que el monegasco alcanzara la categoría reina del automovilismo. También en esto se dan los paralelismos. En el difícil tránsito a la cumbre la familia Leclerc recibió el apoyo determinante de Nicolas Todt, un hombre de enorme influencia en la Ferrari, representante de pilotos y sobre todo hijo de Jean Todt. Desde que comandara la época más gloriosa de la Scuderia Ferrari Jean Todt ha mantenido su ascendencia en Maranello y de echo a punto estuvo de reincorporarse como consultor a su salida de la FIA en enero pasado. Aunque todo quedó en agua de borrajas la opinión de su hijo Nicolas siempre es escuchada en la Scuderia y su apoyo es determinante para que a Leclerc no se le discuta como jefe de filas.
El piloto monegasco también es el ojito derecho de Matia Binotto y de Lapo Elkan -los mandamases en el equipo de carreras y en el consejo de administración- y el favoritismo del que disfruta sólo puede ser contestado superándole ante el crono. De ahí la enorme decepción que mostraban Sainz y sus más cercanos el domingo al terminar el Gran Premio de Bahrein, sabedores de que dispone de un monoplaza para ganar y de que sus opciones a un hipotético campeonato pasan por superar desde la primera carrera al dorsal 16, antes de que una sucesión de actuaciones discretas le condenen al insoportable papel de escudero. Uno no ve al madrileño sosteniendo el discurso tan del Cavallino de que lo importante es sumar para el campeonato de constructores, por más que vaya con el sueldo.
Carlos padre conoce como nadie el modo en que se hacen pasillos en Maranello -algo difícilmente imaginable en Mercedes o en Red Bull- y está poniendo todo de su parte para que fuera del asfalto no exista un jefe de filas en la Scuderia. Difícil tarea, porque Sainz jr estuvo lejos de su mejor nivel en el emirato y debe echar el resto en Jeddah a partir de mañana. La empresa es factible pero exigente hasta la extenuación. Charles Leclerc no es un piloto sublime como Max Verstappen pero dejó patente el domingo que no va a ceder un metro en carrera -ni al holandés ni a nadie- consciente de que vive la temporada de su consagración. En esta tesitura la encrucijada que afronta Carlos es hercúlea y de ella sólo cabe salir convertido en uno de los gallos del Gran Circo, porque doblar la rodilla significaría verse relegado a un papel similar al que mantuvo Bottas durante los años que acompañó a Lewis Hamilton, ese rol intrascendente que tanto detestan en casa de los Sainz.
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