Se retira Sebastian Vettel, cuatro veces campeón del mundo y el piloto que más grandes premios ha ganado tras Schumacher y Hamilton; casi nada. Se retira el piloto que en buena lid negó a Fernando Alonso los títulos de 2010 y 2012. Se retira Vettel ... y este cronista lo lamenta porque la parrilla pierde un gran competidor y una cabeza muy bien amueblada. Se va uno de los mejores pilotos y hasta cierto punto un incomprendido, o un adelantado a su tiempo. Quién sabe.
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Vettel llegó imberbe a la F-1 enfundado en un mono blanco del extinto equipo BMW y no tardó en mostrar su valía cuando en 2008 ganó en Monza al volante de un Toro Rosso. ¿Que fue una victoria afortunada? Por supuesto, pero todas lo son porque hace falta suerte para que la mecánica aguante, para no despistarse en carrera y quedar fuera de juego, para manejar tantas y tantas variables que oculta el automovilismo de competición. Sebastian fue el elegido por el ínclito Dr. Marko para capitanear el primer ciclo glorioso de Red Bull, y eso no es moco de pavo. Marko no se casa con nadie, se debe a su patrón y vela por los intereses de este. Aunque nos resultara más simpático Mark Webber y fuese vergonzoso los del Multi 21 Vettel acabó ganando cuatro campeonatos, demasiados kilómetros para haber logrado tal hito sin ser un fuera de serie. Aunque su coche fuese muy superior al resto, que lo era.
Este alemán de Hoppenheim ha sido siempre un gran celoso de su intimidad, y quizá tal exceso de celo haya podido limitar su popularidad. Quien suscribe tuvo ocasión de saber más de él a su paso por Ferrari y fue entonces cuando descubrió a un tipo entrañable. Un padre de familia numerosa que durante los tests de pretemporada en Barcelona alquilaba un chalet en el Masnou al que todos se trasladaban para no separarse de sus hijos, entonces de corta edad. En aquella época -y aún hoy en Aston Martin- Vettel se quedaba en el circuito hasta entrada la noche para reunirse con sus ingenieros el tiempo que fuese necesario, todo en aras de mejorar el coche para la sesión del día siguiente. Al terminar cogía su utilitario y se iba a cenar con su tropa, a la que en ocasiones llegaba justo para dar un beso antes de acostarlos. La Fórmula 1 es anónima, exigente e incluso perversa en ocasiones; pero está formada por personas como usted y yo que tienen pareja, familia y sentimientos. Y Vettel nunca ha querido renunciar a una parte tan fundamental de la vida.
Se despedirá del Gran Circo por muchos motivos, entre ellos que económicamente dispone de una posición muy desahogada. Pero también porque poco puede demostrar en un coche sin aspiraciones, enrolado en una escudería que necesita tiempo para alcanzar metas de enjundia. Le van a echar de menos sus compañeros de trabajo en Silverstone como lo echan en falta los que tuvo en Milton Keynes y en Maranello. Con casi todos ellos mantiene una relación magnífica este alemán que en Navidad hacía llegar un regalo personal a todos los componentes de la escudería -todos sin excepción- con un christmas personalizado. Un detalle que habla a las claras de la categoría humana de uno de los mejores pilotos que ha conocido la Fórmula 1 en el siglo XXI, un talento que se retira siendo un gran desconocido.
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