No es exclusivo de la Fórmula 1, sin ir más lejos el fútbol está sufriendo la cara más amarga del rearbitraje con decisiones muy polémicas del VAR. Pero en el Gran Circo los resultados se modifican perversamente después de que la bandera a cuadros haya ... dado por terminados los grandes premios. Hace una semana los comisarios de la FIA sancionaron a Fernando Alonso seis horas después de concluida la carrera en Austin, enviándole a las catacumbas de la clasificación cuando el de Oviedo había completado una carrera más que meritoria. Para mayor inri los hombres de la FIA no habían apreciado cuestiones punibles durante el desarrollo de la prueba ni en el parque cerrado posterior y sólo actuaron después de admitir una reclamación de los estadounidenses de Haas presentada fuera de plazo. El despropósito de los comisarios fue corregido posteriormente, aunque la sensación de improvisación y desgobierno persiste desde que se iniciara la temporada allá por el mes de marzo.
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La vergonzosa sanción de Texas no es sino una gota más del vaso que está colmando la paciencia de los aficionados. La escudería Mercedes se cobró la cabeza de Michael Masi hace un año, tras la disputa del espectacular Gran Premio de Abu Dabi que coronó a Verstappen por vez primera. Masi fue desterrado a las antípodas, a dirigir las carreras de turismos que se corren en aquellos lares, pero el aficionado no le olvida porque sus sucesores le han hecho bueno; muy bueno. Los comisarios actuales carecen de un mínimo criterio, unas normas básicas que seguir a lo largo del campeonato. Los límites de pista resultan flexibles según quién los supere; si es usted un piloto chino recién llegado se le mirará con lupa para que no ose sacar sus cuatro ruedas del asfalto en una curva imposible. Pero si en la misma curva es el bicampeón holandés quien traza por donde puede no hay problema en admitir que la regla debe interpretarse en función de las circunstancias.
¿Cuál fue la última carrera disputada con ruedas de lluvia extrema? ¿Alguien lo recuerda? A quien suscribe se le va la memoria a Fuji 2007 o Corea 2010, quizá demasiado lejos. Sin embargo de un tiempo a esta parte no existen las carreras con lluvia porque se antepone un falso celo por garantizar la seguridad de los pilotos, cuando son los veinte volantistas más cualificados del mundo y conducen los mejores monoplazas de la historia del Gran Circo. Al tiempo se permite una incongruencia más, como la salida a pista de una grúa en Suzuka cuando aún no se habían agrupado todos los coches tras el safety car. Resulta sonrojante para la Fórmula 1 el modo en que está enrareciéndose la competición, con modificaciones continuas de las parrillas de salida al aplicar sanciones que carecen de lógica y confunden incluso a los protagonistas. En lo que respecta a los incidentes de carrera no son pocas las ocasiones en las que de manera incomprensible el infractor sale mucho mejor parado que su víctima.
Hace años un domingo lluvioso era garantía de espectáculo y seguir en carrera tras un accidente se consideraba una heroicidad digna de aplauso. Pero el rearbitraje sin sentido ha acabado con estos y otros muchos alicientes de un espectáculo tan soberbio como la Fórmula 1; y seguirá haciéndolo hasta que se le ponga coto.
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