![Bicampeón en ciernes](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202209/05/media/cortadas/otaduy05-kSrE-U1701153191529jnD-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Salvo catastrófica desdicha Max Verstappen se proclamará campeón del mundo el próximo mes de octubre, revalidando el título conseguido el año pasado. Leyendo la frase cabe concluir que 2022 no ha tenido historia, pero nada más lejos de la realidad porque por primera vez en ... años -o quizá en décadas- la Scuderia Ferrari ha dispuesto de un coche dominante. El Ferrari vio la luz derrochando poderío. Todas las simulaciones manejadas en Maranello hacían constar que el suyo podría ser el monoplaza de referencia porque habían conseguido maximizar las posibilidades que otorgaba el nuevo reglamento técnico. Tal era su confianza que en Barcelona -en el arranque de la pretemporada- decidieron rodar a medio gas para que la competencia no pudiera calibrar el auténtico potencial que atesoraban. Con Mercedes embarcada en una línea de diseño tan compleja como para mantenerles en el ostracismo hasta ayer mismo sólo Red Bull parecía rival, aunque a los energéticos les llevó un tiempo carburar. Así fue como Charles Leclerc pudo reivindicarse en los primeros compases de la temporada mientras en el garaje contiguo Carlos Sainz no acertaba a comprender por qué el coche se le mostraba esquivo, lo que le llevó a un carrusel de abandonos y decepciones.
Sin embargo lo que la primavera tuvo de prometedora para Leclerc lo ha tenido el verano para Max Verstappen, y para Sainz en menor medida. Hoy en día -a falta de siete carreras- Ferrari afronta el tramo decisivo del curso con la sensación de haber dejado escapar su oportunidad. Los pilotos no van a proclamarse campeones ni el Cavallino va a hacerse con el título de constructores a pesar de que el coche es magnífico, pero en su debe cabe anotar que no ha evolucionado como lo ha hecho el Red Bull. Por si fuera poco los errores grotescos en las paradas en boxes se han multiplicado y los disparates a la hora de planificar la estrategia de carrera han sido una constante que ha llevado a los tifossi a pedir la cabeza visible del proyecto, la de Mattia Binotto. Sabido es que los transalpinos son muy dados a escenificar tragedias pero exageraciones al margen los que llevan la batuta en Maranello seguro manejan una lista extensa de depuraciones pendientes.
Dicho esto es de ley reconocerle a Binotto el haber arriesgado al otorgar el máximo protagonismo a los técnicos de la casa, responsables de haber alumbrado un coche que debiera haber puesto contra las cuerdas al Red Bull hasta la última cita del calendario. No ha sido así por los errores citados en estrategia y planificación de carrera, por averías imprevistas, y por supuesto porque Max Verstappen se ha confirmado como un fuera de serie. También porque Sainz tardó demasiados kilómetros en asimilar las peculiaridades del monoplaza que Leclerc sí había captado desde un primer momento, y ahí la Ferrari dejó escapar puntos trascendentales.
En definitiva -y en vísperas del Gran Premio de Italia- cabe esperar que Ferrari afronte el último tercio del campeonato con la vista puesta en el siguiente, el de 2023, aquel en el que deberá dar una vuelta de tuerca al diseño del monoplaza porque no olvidemos que los coches del año próximo serán eminentemente continuistas. Y por supuesto porque Red Bull seguirá siendo un rival temible.
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